El abordaje a la clase media no se mide por un electrodoméstico o un titulito extra o un vehículo del año comprado al contado.
¡Por favor! ¿Hasta cuándo la vulgaridad?
Hasta cuándo las cifras minúsculas, fáciles y planas, y las planillas Excel y esa parafernalia estadística que no significa nada.
La poca densidad del porcentaje y la nula humanidad de unos estudios vanos, que existen para que vivan los encuestadores, esos vendedores viajeros de la ignorancia humana.
¡Ciegos y torpes!
¿Ustedes creen que llegan a la clase media porque se compran una lavadora centrífuga con autosecado o una arrocera o el exprimidor triple acción?
¿O bien que salen porque se les fue en collera la segunda cuota de la segunda casa en un lago perdido y plagado de algas y coliguachos?
¿O que reingresan porque se fueron de vacaciones dos veces al año y ambas a países foráneos?
¿O que se debe a la matrícula del cabro porro de 350 mil pesos mensuales en un colegio encaramado por un cerro?
Vayan y griten: ¡Me compré una waflera: soy de clase media!
Ay de ustedes, si creen en estadísticas y clasificaciones burdas.
A ti, lector atento y educado, o sea, alguien tan distinto a mi persona.
A ti te digo que esto es mental y no es de numerito ni de letras del tipo ABC1 y el análisis básico, inútil y escolar.
La clase media es el miedo a la pobreza.
No es un miedo inconcebible, porque esa es la licencia del autor y la letra de la canción, este es un miedo que se concibe, claro que sí.
Esta es la sentencia y la pueden grabar en cobre y meter en su memoria: todo chileno que le teme a la pobreza es de clase media.
Y así un Presidente de la República o una dueña casa, y así un técnico calificado o un clásico profesional.
Y por eso tan extendida, inagotable y numerosa.
Desde las casitas bien puestas de Las Condes y La Dehesa hasta al parque departamental exclusivo de las 2.500 UF y las cómodas cuotas mensuales, por Maipú y La Florida.
En todas las comunas se cuentan historias y algunas de primera mano, otras de segunda y están las clásicas.
Nadie está seguro en este mundo.
De repente pasan cosas y claro que hay seguros, pero hasta que los hechos no ocurran, uno no sabe cuán asegurado está.
¿Y te acuerdas de fulanito de tal y lo rico que era? Me acuerdo.
¿Y supiste de su ruina y tristeza, y de los andrajos y vergüenza?
Y por eso me explico sus ganas de irse de este mundo, porque es la historia de la clase media: es viaje, tránsito e inestabilidad. Es el lugar donde nunca se sabe.
Así como se entra se sale y así como se sale se entra.
La clase media es mental y crece ahí donde el subconsciente nunca duerme.
Es el cordón que en la noche tira y te despierta con sobresalto.
Es el escalón invisible que pisas en banda y el cuerpo casi se te va.
Es el falso orgullo de no tener deudas y no deberle un peso nadie.
Es la tontería de plantar un árbol (aunque se apeste), escribir un libro (malo) y tener un hijo (tonto).
Es la alegría ínfima de alguna vez trabajar menos.
Es la falsa ilusión de reinventarse.
Es imaginar la jubilación como un nuevo comienzo.
Es pensar que tu vida valió la pena.
Esa es la clase media.