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Editorial
Jueves 21 de mayo de 2015
Vigencia de una economía libre
Viraje en el mundo: la ciudadanía percibe que una economía libre es más efectiva que las ensoñaciones para generar empleos, elevar los ingresos y controlar el costo de vida...
Cuando la Nueva Mayoría concibió los lineamientos del programa de gobierno en aplicación, el país parecía marchar inexorablemente hacia la izquierda. Pese al claro éxito del gobierno de la Alianza en levantar la economía luego de la recesión del 2009 y el terremoto del 27-F, los chilenos se mostraban descontentos, y las protestas estudiantiles -inesperadamente masivas- hacían pensar que la ciudadanía, más allá del progreso material, aspiraba a un diferente concepto de sociedad, igualitaria y plena de "derechos sociales" garantizados por el Estado. Luego, la aplastante victoria electoral de la Presidenta Bachelet y de su coalición, cuya campaña había hecho suyo tal predicamento, confirmaría que Chile iniciaba un nuevo ciclo, con profundas reformas al sistema de libre mercado vigente por décadas. A nivel político, ello implicaba que incluso muchos de los que entonces habían sido protagonistas, como la propia Presidenta Bachelet, tomaban distancia del estilo y la obra de la Concertación y adherían a los planteamientos de una generación más joven y radical en sus propuestas.
En buena medida, el viraje coincidía con lo que se observaba en el mundo. Tras el cataclismo financiero global de fines de la década pasada, mientras la recesión y el desempleo campeaban en Estados Unidos y Europa, los pensadores y políticos de izquierda volvían a imponerse en el debate público y las protestas de los "indignados" se hacían sentir desde Madrid a Wall Street.
Mucha agua ha corrido bajo los puentes. Estados Unidos y los países europeos más importantes han logrado dejar atrás la crisis sin mayor cambio en su sistema económico y en muchos de ellos son las ideas de derecha, no las de izquierda, las que ganan terreno. El Presidente Obama, que pareció en un momento abrazar el cambio, concluye el próximo año su deslucido segundo mandato, y su partido -derrotado por la oposición republicana en las últimas elecciones parlamentarias- se apresta a una difícil contienda presidencial. Alemania, regida por un gobierno de coalición dominado por la derechista Angela Merkel, es en toda Europa la demostración viva de que la austeridad fiscal y la flexibilidad de los mercados -el laboral, en particular- logran estabilidad y pleno empleo. En el Reino Unido, contra todos los vaticinios, el conservador Primer Ministro David Cameron ha sido reelegido por un amplio margen, aplastando el intento de su contrincante laborista -un poco al estilo de la Nueva Mayoría local- de abandonar el consenso pro libre mercado que promovió el anterior ex primer ministro de esa corriente, Tony Blair, y desempolvar las viejas banderas del estatismo. La victoria de Cameron es significativa para la Alianza chilena porque su principal argumento de campaña, como curiosamente no pudo hacerlo acá la candidatura de centroderecha el 2013, fue que el buen desempeño económico alcanzado sería amenazado por una victoria izquierdista. Mientras tanto, los gobiernos de Francia e Italia, asediados por el persistente desempleo y la consiguiente caída de popularidad, buscan en la flexibilización de los mercados laborales y de bienes la fórmula del éxito. Las políticas del Primer Ministro socialista francés, Manuel de Valls, se parecen más a las del ex Presidente Piñera que a las de la Presidenta Bachelet. La suerte de España no está aún clara, pero el buen manejo económico está empezando a rendirle frutos al gobierno de centroderecha de Mariano Rajoy, en tanto que el nuevo partido izquierdista e indignado "Podemos", luego de un auspicioso comienzo, tropieza en las encuestas. La izquierda más radical europea parece no tener otro modelo que el de la Grecia del partido Syriza, hoy en el poder, la cual se debate en estos días entre la capitulación y la bancarrota.
Han recobrado vigencia las corrientes políticas moderadas y centristas que promueven el sistema de una economía libre porque la ciudadanía percibe que este es más efectivo que las ensoñaciones para generar empleos, elevar los ingresos y controlar el costo de vida. Desde luego, la gran crisis financiera deja muchas lecciones sobre el tipo de regulaciones necesarias. Pero esa dura experiencia no autoriza a ahogar las energías emprendedoras e innovadoras que es capaz de desencadenar una economía libre y competitiva bajo el peso del estatismo. Chile, aquejado aún de graves carencias y desigualdades, no puede darse el lujo de desactivar ese poderoso motor de progreso.