"Los abajo firmantes, emprendedores y ejecutivos de empresa menores de 40 años, declaramos públicamente compartir la aspiración de alcanzar una Nueva Constitución mediante la más amplia participación de la ciudadanía. No hay otro modo, pensamos, para recuperar la legitimidad perdida del capitalismo y la empresa, instituciones que han sido y son vitales para el desarrollo de Chile y los chilenos".
Las voces empresariales advierten, con razón, que uno de los problemas de Chile es que han perdido la confianza en el Gobierno y los políticos. Pero hay un problema bastante mayor, y que está en el origen del anterior: la creciente desconfianza de los chilenos hacia el capitalismo y la empresa.
Sabemos perfectamente que el fenómeno afecta a todo el mundo occidental, incluyendo la cuna del capitalismo moderno, los Estados Unidos. Pero esta no es excusa para quedarnos de brazos cruzados. Un país joven y pujante como Chile no se merece ser arrastrado por esta ola de escepticismo respecto de un sistema, el capitalismo, y un instrumento, la empresa, que hasta ahora no han sido superados como medios para producir bienestar con libertad.
Tampoco somos ciegos. En los últimos años hemos dado múltiples motivos para que cunda tal desconfianza. De una parte están los hechos puntuales, como el abuso hacia los consumidores y los accionistas minoritarios, la colusión, el uso de información privilegiada, o las redes de protección política. Pero hay situaciones más estructurales, como la segregación, la desigualdad o el daño al medio ambiente, que hemos dejado que se mantengan o acentúen sin hacer lo suficiente para mitigarlas o evitarlas.
Eso explica en parte el fenómeno, pero no agota la explicación. Se suma un hecho histórico: que los chilenos perciben que el capitalismo y la empresa actualmente existentes son una herencia de la revolución llevada adelante por el régimen militar. Esta no solo creó nuevas instituciones y reglas del juego para el despliegue de una economía de mercado; también creó un nuevo tipo de empresa basada en la famosa máxima de Milton Friedman, según la cual su única finalidad es crear valor para el accionista.
Chile no gozaría de los grados de prosperidad económica, de libertad política, de movilidad social ni de creatividad cultural de los que hoy dispone sin el régimen militar y el modelo político y económico que engendró. Pero no se nos pasa por alto que esta asociación conspira contra la legitimidad de un sistema económico libre, en especial entre las nuevas generaciones. Para echar raíces en el Chile de hoy, el capitalismo debe romper el vínculo que lo ata con el régimen militar. Nada mejor para esto que una Nueva Constitución.
Comprendemos que nuestros padres o abuelos quieran defender el statu quo reavivando los fantasmas del siglo 20 y aferrándose a la Constitución de 1980. Persistir en esto, sin embargo, no proveerá de más legitimidad y seguridad al capitalismo y la empresa en Chile.
Nosotros hemos elegido otro camino. Al igual como confiamos en las personas como consumidores e inversionistas, confiamos en ellas como ciudadanos. Por lo mismo, no tenemos miedo alguno a la deliberación pública destinada a desembocar en una Nueva Constitución, no importa los mecanismos que la encaucen. Todo lo que buscamos es tener la oportunidad de un diálogo con nuestros compatriotas donde mostrar que la justificación del capitalismo y la empresa no está en el pasado -menos aún en el régimen militar-, sino en su capacidad para encarar los desafíos que nos plantea el siglo 21".
Sé que muchos lectores lo pondrán en duda, pero créanme. Este "Manifiesto" no brotó de mi imaginación: lo recibí de una fuente que, por ahora, no estoy autorizado a revelar.