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Editorial
Miércoles 06 de mayo de 2015
La reestructuración de Enersis
Esto ilustra que las dificultades administrativas, ambientales y judiciales que el sector energético ha enfrentado en la última década comienzan a imponer costos al país como un todo...
En el ámbito de la generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, Enersis es el grupo de empresas privadas más grande de Sudamérica, con operaciones en Colombia, Perú, Chile, Argentina y Brasil. Nació luego de la privatización de Chilectra, a través de un proceso de expansión y adquisición de empresas, tanto en nuestro país como en otras naciones de la región. Desde ese punto de vista, se trata de una visión empresarial originada en Chile, que luego pasó a ser controlada por Endesa España, y capitales españoles, y, más tarde, por el grupo italiano Enel, que tomó el control de Endesa España.
Enel ha planteado una reestructuración societaria de la compañía, proponiendo la división de Enersis en dos nuevas compañías, una que agrupe los activos que se encuentran en Chile -que se llamaría Enersis Chile- y otra con los activos del resto de los otros cuatro países -Enersis Américas-, lo que además implica dividir geográficamente los activos de sus subsidiarias y asignarlos a esas mismas dos nuevas empresas. Originalmente, se había informado que la reestructuración consistiría en ordenar los activos administrativos bajo la actual Enersis, procurando aliviar la complejidad administrativa y la variedad de directorios y asambleas de accionistas comprometidas en las decisiones necesarias para llevar adelante un plan de crecimiento fluido, con Enersis como una subsidiaria directa de Enel Italia. Sin embargo, por razones que no han sido del todo aclaradas, se ha optado por esta división geográfica.
Enersis había tenido un controvertido proceso de aumento de capital hace tres años, al que el controlador concurría con activos, y no con dinero, lo que generó molestia de los minoritarios respecto del valor de aquellos. A pesar de que el problema se solucionó satisfactoriamente, al rebajarse el valor de esos activos en unos US$ 2 mil millones, la operación minó las confianzas entre este y los minoritarios. Uno de los objetivos de ese aumento de capital era adquirir participaciones minoritarias en algunas de las compañías de la malla societaria repartida en América Latina, para consolidarlas todas en el balance de Enersis y canalizar en una sola compañía las decisiones de desarrollo futuro. Esta reestructuración pareciera tener como objetivo profundizar ese proceso.
Como los actuales accionistas de Enersis recibirían, a cambio de su actual participación, una acción de cada una de las dos nuevas sociedades nacidas de la futura división, no hay problemas de valoración. Sin embargo, sí podría haber criterios potencialmente discrecionales para dividir a las distintas compañías subsidiarias de Enersis, entre el pasivo que se le adjudicaría a la parte chilena y aquel que quedaría en el resto, lo que podría dar lugar a discusiones respecto de perjuicios o beneficios para los accionistas de esas subsidiarias. Probablemente, es en este punto donde se concentrará parte importante del escrutinio a toda la operación.
Sin embargo, más allá de los beneficios o eventuales perjuicios que los accionistas individuales de Enersis o sus subsidiarias le adjudiquen a este proceso, el hecho de que se haya decidido separar a Chile del resto del continente indica que se tiene una diferente apreciación respecto de su mercado energético. Chile sigue requiriendo importantes inversiones en energía, pero Enersis parece considerar más atractivos los otros mercados que el chileno para crecer. Esto ilustra que las dificultades administrativas, ambientales y judiciales que el sector energético ha enfrentado en la última década comienzan a imponer costos al país como un todo. La decisión de Enersis lo estaría ilustrando, y, de paso, minando el posicionamiento de Chile como plataforma de inversiones para la región.