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Editorial
Martes 05 de mayo de 2015
Perspectivas empresariales
Se debe detener un deterioro del clima de negocios, cuyas consecuencias económicas, políticas y sociales recaerían sobre todo el país...
Corren tiempos difíciles para quienes dirigen las principales empresas del país. Los buenos empresarios están acostumbrados a hacer frente a las fluctuaciones adversas de los mercados y los más exitosos suelen ser quienes, ante problemas o crisis que al común de los mortales hunden en el pesimismo, son capaces de visualizar en ellas nuevas oportunidades para innovar o diversificar sus negocios. Su reacción, sin embargo, es exactamente la contraria cuando perciben que los riesgos no provienen de la economía, sino del mundo de la política: en lugar de mostrar reciedumbre y arrojo suelen desmoralizarse, paralizar sus proyectos y desplazar sus capitales hacia climas menos hostiles. Concluida la temporada de juntas de accionistas de las sociedades abiertas, en las que los presidentes de los directorios rinden cuentas sobre su desempeño y exponen sus planes, el ambiente que se palpa es de un inquietante desaliento empresarial.
Desde luego la marcha de la economía durante el 2014, los resultados financieros y los valores de las acciones han decepcionado tanto a los directivos de las empresas como a sus accionistas. Aunque en lo que va corrido del año hay perspectivas algo mejores, los expertos tienden a coincidir en que los factores tanto externos como internos que impulsaron a Chile años atrás es probable que hoy no estén presentes. Muchas de nuestras mayores empresas han buscado en Perú, Colombia y Brasil -economías que lucían prometedoras perspectivas- hacia dónde orientar su crecimiento, pero últimamente también allá el horizonte económico ha comenzado a poblarse de amenazadores nubarrones. Todo ello explica el tono mesurado de los máximos directivos al evaluar la marcha de los negocios, pero no parece justificar la pesadumbre que trasuntan los modestos planes de inversión anunciados.
La desaceleración de las economías latinoamericanas está siendo acompañada de un resurgimiento de los mercados del norte, de significativas depreciaciones de las monedas y de muy atractivas condiciones de financiamiento. Esto abre interesantes oportunidades de inversión y de competitividad. Pero, en general y con pocas excepciones, las preocupaciones de los directivos de las empresas son de tenor muy diferente: dicen relación con los aumentos de impuestos en Chile y otras jurídicas, con las nuevas regulaciones laborales y de protección del consumidor que se avecinan, con las crecientes dificultades políticas y judiciales que obstaculizan el avance de los grandes proyectos de inversión -y les impiden ejecutar los planes de expansión prometidos a sus accionistas- y con la ola de sospechas y recriminaciones que se ha dejado caer sobre los empresarios por la participación de algunos de ellos en el financiamiento irregular de las campañas electorales.
Una atmósfera política enrarecida y una campaña persistente de desprestigio de los líderes de las empresas, orquestada desde la izquierda, que interesadamente exagera y generaliza a partir de casos conocidos de malas prácticas, no pueden sino desanimar y ahuyentar a los emprendedores grandes y pequeños. Es responsabilidad de todos, incluido el Gobierno, detener un deterioro del clima de negocios, cuyas consecuencias económicas, políticas y sociales recaerían sobre todo el país.