Colum McCann, uno de los autores irlandeses más premiados y populares del momento, explora en su obra las relaciones entre su patria nativa, Estados Unidos, e Inglaterra, con el borrascoso telón de fondo del pasado reciente y el modo en que la política en manos de los poderosos afecta a personas desamparadas. Escritor comprometido, McCann da clases en cárceles y forma parte de organizaciones que promueven el cambio y creen que la literatura es una forma más de hacer democracia.
Transatlántico , su última novela, abarca casi dos siglos y reúne a una serie de personajes sin ninguna relación entre sí, que ni siquiera se topan en algún momento de la historia, salvo por nombres que reaparecen y que el lector, con suerte, recordará. Jack Alcock y Teddy Brown son hechos prisioneros por los turcos al terminar la Primera Guerra Mundial, el primero ileso, el segundo con una pierna destrozada. Ese incidente bélico es el pretexto para trasladarnos a Terranova, Canadá, cuando ambos amigos se preparan, en 1919, para pilotear el primer vuelo que cruzará el Atlántico, en un avión muy primitivo, con poquísimas posibilidades de despegar y menos aún de aterrizar. Los fanáticos de la aeronavegación estarán de pláceme porque McCann describe, con lujo de detalles, motores, alas, cabina y todo lo que hace funcionar a ese artefacto que ya no asombra a nadie, pese a ser un invento más bien reciente. Hay que tener en cuenta que en esa época se recorría el espacio a velocidades que, como máximo, llegaban a los 200 kilómetros por hora, por lo que el viaje tomaba un día o más, que la máquina carecía de techo, por lo que parecía ineludible que los aviadores morirían de frío, que las comunicaciones con tierra eran sumamente precarias o no funcionaban, en fin, que había que ser punto menos que loco de remate para atreverse a semejante empresa. Por si fuera poco, Alcock y Brown distan de ser héroes y están muertos de miedo. Este episodio se ameniza con periodistas, muchachas curiosas, refugiados y otros entrometidos que ponen un poco de sal y pimienta en el lado americano de la aventura. En Irlanda no los espera nadie ni hay aeródromo, por lo que ya con el aparato semidestrozado se dan de tumbos en un campo de malezas.
Frederick Douglass ha huido de la esclavitud en 1845, es una celebridad para los abolicionistas de las más variadas tendencias y es acogido por el pastor anglicano Webb, quien congrega en torno suyo a clubes femeninos por la emancipación, sociedades libertarias y, sobre todo, distintas denominaciones protestantes, tales como metodistas, cuáqueros, pentecostales y otros. Por desgracia, llega a predicar en el peor momento para Irlanda, asediada por la hambruna, las enfermedades, la violencia. Nada de esto lo arredra ni parece disminuir las convicciones de quienes le acompañan, algunos de los cuales, en especial las mujeres, están dispuestos a partir a Boston o Nueva York para conseguir la libertad de los negros. Este pasaje, bastante más complejo que el anterior en términos de personajes, diversidad y tensión, se resiente un tanto por la oscura monotonía de episodios espeluznantes, de creciente horror, de sombrío fatalismo ante situaciones frente a las cuales no cabe hacer nada. No obstante, es el punto de partida de la tesis del libro: africanos e irlandeses tienen mucho en común, tanto por ser las minorías más importantes de Norteamérica (antes de la llegada de judíos y latinos) como por la pobreza y explotación que ambos pueblos han sufrido.
En 1998, George Mitchell, senador demócrata, es la pieza clave en las negociaciones de paz con el IRA. El ambiente no puede ser más distinto, pues Mitchell trata con presidentes, primeros ministros, autoridades de la Comunidad Europea, jefes de los grupos en disputa y, en general, quienes deciden lo que va a pasar en el mundo. Aunque el representante se mueve sin cesar por distintos puntos geográficos, la mayor parte de la acción transcurre en Belfast, en un momento clave que podría dar por terminada la sangrienta guerra civil que asoló a las islas británicas. El escenario internacional tiene como contrapunto la vida privada de Mitchell: casado felizmente por segunda vez, a los 64 años, tiene una esposa adorable e inteligente y un niño de meses, motivo más que suficiente para relativizar sus conquistas diplomáticas.
Los asuntos de Transatlántico pueden resultar algo lejanos para nosotros, que poco compartimos con lo que ahí se nos narra. Sin embargo, es un relato profundamente conmovedor y difícil de olvidar.
"Transatlántico" es un relato profundamente conmovedor.
Transatlántico
COLUM MCCANN
Editorial Seix Barral, Barcelona, 2014, 361 páginas, $21.900. NOVELA