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Editorial
Domingo 03 de mayo de 2015
Correcta decisión en educación
"La competencia lectora es una habilidad que predice aprendizajes futuros, por lo que su evaluación temprana no debe eliminarse..."
Al darse a conocer el informe de la comisión que analizó el Sistema de Medición de la Calidad de la Educación (Simce), la subsecretaria de Educación anunció que se terminaría con el Simce de segundo básico este año. Sin embargo, esa decisión requería de la conformidad del Consejo Nacional de Educación (CNED), ya que esa institución aprobó el Plan Nacional de Evaluaciones que rige para este período. Consultado el Consejo, este rechazó la petición y hay buenas razones para ello. Por de pronto, esperar que concluya el señalado plan para poder evaluarlo.
Lo cierto es que en algún momento se instaló en el debate la idea de que el Simce estaba, entre otras cosas, agobiando a los colegios. A propósito de ello se convocó una comisión que estudiase esta situación. La comisión hizo recomendaciones valiosas, y aunque de ellas se desprende que el número de mediciones puede ser elevado, no hay en su informe evidencias de que ello sea así. Es efectivo que en los últimos años a las tradicionales pruebas en cuarto, octavo y segundo medio se agregaron un conjunto de mediciones que pueden hacer lucir algo excesivo el sistema. Pero tres de ellas son muy puntuales y buscan obtener información valiosa para la toma de decisiones. Estas son los así llamados "Simces" de educación física, inglés y el referido a las nuevas tecnologías, TIC.
Hay otras dos pruebas adicionales que están más en el espíritu de lo que pretende el Simce, que son las pruebas de segundo y sexto básico. La última es una que aspira a medir habilidades de escritura, imperfectamente analizadas por las otras pruebas. Es difícil sostener que no sea apropiado medir esta destreza. La prueba de segundo básico pretende evaluar tempranamente competencia lectora, una habilidad que predice aprendizajes futuros a esta edad. Los resultados de esta prueba bien trabajados pueden ayudar a corregir debilidades de los estudiantes que más adelante son difíciles de revertir. Tomando todas estas consideraciones, y comparando con la experiencia de países que usan habitualmente estas pruebas estandarizadas, el sistema chileno no parece excesivamente denso en mediciones. Además, la tendencia en esta materia es que cada vez más países apliquen estos sistemas de medición de la calidad.
Son tan evidentes las ventajas de detectar tempranamente las debilidades de nuestros niños, especialmente si existe un instrumento que no es complejo y no afecta el desarrollo del proceso educativo, que cuesta entender la voluntad de eliminarlo. Más bien habría que aprovecharlo para desarrollar un buen plan de reforzamiento de los niños que no han desarrollado adecuadamente esta habilidad. Ello contribuiría a la calidad y a la equidad en la educación. La eliminación de la prueba, en cambio, no tiene ningún beneficio. La autoridad está evaluando solicitar una reconsideración al CNED. No parece oportuno que insista en ello.