Un ácido debate se ha declarado en torno a la conservación del frontis de la antigua Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas de la Universidad de Chile, en la avenida Vicuña Mackenna. El predio fue objeto de un concurso público el año 2000, convocado por la universidad para emplazar ahí su Instituto de Asuntos Públicos. En las bases, la universidad hacía mención explícita del valor del inmueble que enfrenta la avenida y de la obligación de conservarlo*, condición que los numerosos arquitectos participantes obviamente cumplieron, incluido el ganador. Finalizado el certamen, la universidad resolvió darle al predio otro uso, para el Centro de Extensión Artística y Cultural, que reúne a la orquesta y coro sinfónicos y el Ballet Nacional. El arquitecto debió desechar su proyecto original y presentar otro adecuado a los nuevos requerimientos. En este nuevo proyecto, todo aquello que hace unos años era digno de mantener, súbitamente aparece como insignificante, inútil, sin valor histórico ni arquitectónico, de modo que puede y debe ser demolido para dar paso a la modernidad.
Pero el inmueble tiene valor, y bien acreditado, aunque no esté legalmente protegido (como no lo están miles de edificios valiosos en Chile). La casa es un escaso ejemplo de arquitectura industrial, obra del célebre arquitecto francés Eugenio Joannon (1860-1938); formó parte de las fábricas que se instalaron en la periferia de la ciudad gracias al ferrocarril de circunvalación que entonces llegaba hasta Plaza Italia, y fue sede desde 1925 de la Facultad de Química y Farmacia de la Universidad de Chile. Desde el mundo gremial, académico y ciudadano han surgido protestas por esta incoherencia fundamental de reconocer un valor para luego desconocerlo según la conveniencia del momento, sobre todo tratándose de un mandante que, como una de las más antiguas instituciones republicanas del país, está llamado a promover y a conservar nuestro acervo. Además, todo buen arquitecto trabaja con los desafíos que se le plantean. En este caso, la ecuación a resolver es hacer un buen edificio manteniendo las preexistencias consideradas valiosas.
Por último, el patrimonio cultural -material e inmaterial- no existe solo por decreto, y su defensa no depende de leyes o reglamentos, sino de voluntades. Patrimonio es, antes que nada, fruto de las sensibilidades, apreciaciones y afectos de una comunidad. Cada vez más la ciudadanía reconoce el valor patrimonial de un edificio o de un paisaje urbano y se manifiesta con fuerza por ello, lo cual, paradójicamente, no nos hace hoy más conservadores como sociedad, sino más modernos.
*Extracto de las bases del concurso: "Este cuerpo de dos pisos es una construcción de estilo de comienzos del siglo XX que no está afecta a ninguna de las categorías de preservación patrimonial. Sin embargo tiene un valor arquitectónico y urbano representativo en la memoria colectiva del sector. En este sentido el Instituto, atendiendo a sus propias preocupaciones académicas respecto de lo público, desea mantener ese valor representativo de este cuerpo construido, preservando y restaurándolo total o parcialmente. A lo menos se mantendrán las fachadas de sus frentes a V. Mackenna y a la calle A. Burhle, pudiéndose vaciar incluso sus recintos interiores."