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Editorial
Sábado 02 de mayo de 2015
El "nuevo relato" de la CUT
"Un auténtico nuevo relato tendría que reconocer que no son las grandes reformas las que darán una mejor vida a los trabajadores, sino la creación de más y mejores empleos..."
La celebración del Día Internacional de los Trabajadores tuvo ayer una connotación algo diferente. El discurso de la líder de la CUT en el acto convocado en Santiago sonó más conformista que de costumbre. Aunque la reforma laboral que promueve el Gobierno no le satisface del todo, sostuvo que sirve "para devolver los derechos arrebatados", destacó que "no nos ha sido regalado este paso" y emplazó a sus parlamentarios oficialistas a "ejercer su mayoría".
No cabe extrañar que así sea. La iniciativa del Gobierno -incorporada en su agenda programática a instancias del Partido Comunista, en el que la dirigente milita- avanza muchas de las peticiones tradicionales de la multisindical. En particular, la titularidad de los sindicatos en las negociaciones colectivas -que les otorga el monopolio de la representación de los trabajadores- y el fortalecimiento de las huelgas, aboliendo la opción con que, limitadamente, cuentan hoy los empleadores para reemplazar a los huelguistas y seguir, al menos parcialmente, prestando servicios a sus clientes. La CUT ha señalado que quiere ir más allá, eliminando la posibilidad que contempla el proyecto de mantener operativos en las empresas en huelga ciertos servicios mínimos, y aboga por obligar al empleador a negociar por rama de actividad, aunque las empresas que la compongan difieran mucho en tamaño o circunstancias. Pero en esta oportunidad su mensaje fue de claro apoyo al proyecto del Gobierno.
Como suele ocurrir en los discursos de los dirigentes sindicales, la presidenta de la CUT destinó buena parte de su artillería retórica a las críticas de diversos empresarios contra la reforma. En tono combativo, los culpó de defender sus intereses -como si tal no fuese también el caso del sindicalismo- y conminó a no esconderse "detrás de las polleras de las pymes a los grandes empresarios que hoy las tienen ahogadas". Para "que nadie detenga los avances que Chile y los trabajadores demandamos" anunció una gran movilización nacional en la primera quincena de julio.
En la antesala del acto, la presidenta de la CUT señaló que el movimiento sindical requería un nuevo relato. Su discurso abrazó con entusiasmo la propuesta gubernamental de una nueva Constitución, demandó para ello un plebiscito, se congratuló de que estemos "lentamente abriendo las puertas a los mecanismos que superen la desigualdad" y declaró que el movimiento sindical está "pasando a la ofensiva" en la promoción de "cambios profundos y sin vuelta atrás". Nada de esto parece muy novedoso, sino más bien el reestreno de un sindicalismo radicalizado, propio de los años sesenta. Un auténtico nuevo relato tendría que reconocer que no son las grandes reformas económicas y sociales las que pueden dar una mejor vida a los trabajadores y a sus familias, sino la creación de más y mejores fuentes de trabajo y la justa remuneración de su productividad en empresas capaces de triunfar en la competencia global.