Era el Día de la cocina chilena; o sea, había que celebrar. Y qué mejor que en Lastarria, en un local que lleva menos de un año abierto: Quitral. Un lugar bonito y estiloso, de "cocina chilena gourmet", con terraza y una larga barra. Todo lleno de detalles de buen gusto, muy artesanal y refinado a la vez. A la hora de almuerzo hay un menú que, claramente, era lo más solicitado. Ya sentados, en su carta de tragos no aparecía el espumoso. Al preguntársele al garzón, dudó. Brut dijo, como si fuera una marca. Al insistírsele, dijo que le parecía que era Viña Mar. Nunca más se refirió al tema. En fin. A pesar de su falta de preparación, se valoraban aún las bonitas instalaciones.
Trajo un plato de madera con dos variedades de pan, ricas y crujientes, con una pasta de aceitunas. Cero comentario y se limitó a servirla. Luego llegaron las empanaditas chilenas, dos de tierra (plateada) y dos de mar (mariscos). Las primeras ricas, pero nada para morirse, y las segundas con mucho relleno, casi todo choritos... El pebre era olvidable.
Mientras tanto, informó que no había congrio y que se reemplazaba por merluza. Al preguntársele si era austral, lo negó casi ofendido, que ahí no servían cualquier cosa (¿?). Que era merluza chilena. Se le insistió en saber el tipo de pescado que era y volvió, efectivamente, señalando que era austral, porque allí no servían de cualquier tipo... El plato resultó estupendo, con un buen batido, una pequeña ensalada chilena y papas al cilantro. De la parrilla, se pidió una entraña con papas nativas, que resultó correcta. Hubo que pararse a buscar la sal.
Definitivamente, una experiencia olvidable que -es posible- se vio afectada por la poco profesional atención y que ratifica que no se puede hacer una inversión tan grande y descuidar aspectos tan esenciales como el servicio. Si hay personal que no está preparado, no debe salir aún a la sala. Su actuación puede arruinar una buena comida. Y toda la experiencia.