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Editorial
Sábado 25 de abril de 2015
Crecientes costos del Transantiago
Se hace urgente implementar una gestión comprometida públicamente con indicadores de mejoras tanto en calidad del servicio como en sus costos...
Cada vez hay más evidencia de que el Transantiago es un sistema extremadamente caro y que, pese a ello, sus usuarios lo perciben de calidad mediocre. Desde sus inicios hace ocho años, los operadores del Transantiago han recibido más de 10 mil millones de dólares, e incluso así se teme que algunos podrían quebrar. A estos montos se deben agregar las sumas invertidas en infraestructura del transporte público y de personal de fiscalización del Ministerio de Transportes.
Con todo, es probable que en una ciudad en desarrollo rápido como Santiago a principios de los 2000 haya sido imprescindible un sistema de transporte público más formal y disciplinado que el de las micros amarillas, aunque estas no tenían costos para el Estado. Los problemas estuvieron en la implementación original y no ha sido posible alcanzar un punto de mejora definitiva del servicio, perceptible para los santiaguinos.
En su origen, el Transantiago no tenía subsidios, y ahora el 40% de los recursos provienen del Estado; los usuarios pagan solo el 60% del costo real. De haberse dispuesto de esos recursos en un principio, se habría podido diseñar un mejor sistema y menos usuarios se habrían trasladado al transporte privado como solución a sus problemas. Esto incrementó la congestión en la ciudad, empeorando a su vez el servicio.
Los costos del Transantiago no parecen bajar nunca: incluso cuando los combustibles caen (previa razón para justificar aumentos de transferencias a los buses), se solicita un nuevo subsidio para evitar alzas de tarifas, las que redundan de inmediato en un deterioro de la percepción del sistema. El nuevo subsidio solicitado hace algunas semanas -que puede alcanzar más de 2.700 millones de dólares- no contiene exigencias a los operadores, los que se mantienen en una situación de bajos incentivos a aumentar su eficiencia, ya que toda alza de costos es compensada por mayores recursos públicos.
Otra noticia relacionada con el sistema de transporte público en superficie es la licitación del diseño del proyecto para mejorar el eje Alameda-Providencia. El diseño deberá incorporar un corredor de transporte público de alta capacidad (25.000 pasajeros/hora, equivalente a un metro). Esto debería mejorar la velocidad y la regularidad de los buses en este eje, y esas son las principales variables que determinan la calidad del servicio. Es una buena noticia, pero faltan cientos de kilómetros adicionales de corredores para que en Santiago haya un buen funcionamiento de los buses.
Por último, el Gobierno estudia ampliar el giro del Metro para que pueda gestionar buses. Esto permitiría manejar la eventual quiebra de un operador, tema que preocupa a las autoridades, pues una parte de la ciudad quedaría desatendida. Esperemos que tal medida no sea un paso en favor de las presiones que existen para centralizar el transporte público en una empresa estatal.
Se hace urgente implementar una gestión del Transantiago comprometida públicamente con indicadores de mejoras tanto en la calidad del servicio como en la eficiencia en el manejo de los enormes recursos económicos que consume este sistema de transportes.