Se requiere mucha evaluación e información para ir seleccionando las políticas educacionales más efectivas entre diversas alternativas. La idea de que hay una única manera de producir resultados satisfactorios en educación es muy habitual, pero tiene poco sustento. Durante mucho tiempo, por ejemplo, se ha sostenido que las clases frontales están pasadas de moda y que no promueven el aprendizaje de los estudiantes. Sin embargo, en los últimos años hay evidencia de profesores muy efectivos a los que les acomoda este sistema de enseñanza y que igualmente logran capturar la atención y motivar a sus estudiantes.

Por supuesto, esto no significa que no existan conocimientos sobre educación. Sabemos la importancia que juegan los docentes en el logro de una educación de calidad y que las competencias promedio de los nuestros no son muy elevadas. También podemos defender la idea de que mejores remuneraciones relativas, respecto de otras alternativas profesionales, son necesarias para elevar esas habilidades atrayendo mejores alumnos a la docencia, pero también que los incrementos salariales no bastan y una vez ocurridos podría suceder que no se tradujesen en docentes más efectivos.

Ahora bien, al no tener demasiada precisión respecto de cómo vincular los aumentos salariales con docentes más efectivos y el consiguiente mayor aprendizaje de nuestros estudiantes es importante que no se rigidicen en exceso los criterios que definen los aumentos en salarios. En el proyecto de ley de carrera docente quizás son muy inflexibles y hay que buscar espacios para evitar rigideces inconducentes. También es importante que se entregue información sobre los efectos que están teniendo los aumentos de los salarios, atendida la cuantía de la inversión involucrada en régimen, en la selección de profesores más efectivos. Indudablemente que, de modo simultáneo, están ocurriendo muchos cambios de política y es difícil aislar el impacto de cada uno, pero es importante intentar construir modelos y estudios que permitan ir evaluando las políticas aplicadas para corregirlas cuando corresponda. La Jornada Escolar Completa, por ejemplo, pudo haber sido una buena idea, pero su implementación distó de haber sido apropiada. Se invirtieron miles de millones de dólares en su ejecución (en valor presente) y su impacto, si existió, parece haber sido muy modesto. Si se hubiese diseñado experimentalmente o aplicado sobre la base de un modelo preciso podrían haber existido oportunidades de corregir este resultado.

La información tiene que producirse de diversas maneras para que genere una adecuada retroalimentación; cambios, de ser necesarios, en las políticas aplicadas y una interacción distinta en las comunidades educativas. En ese sentido, parece positivo que el ministro Eyzaguirre haya comprometido una difusión de los resultados de las evaluaciones agregadas de los docentes para los colegios particulares subvencionados. Ello podría ocurrir como consecuencia de la extensión que el proyecto de carrera docente hace del sistema de desarrollo profesional a la educación particular subvencionada. Por cierto, es importante asegurarse de que la aplicación de este sistema no rigidice la gestión de los colegios particulares subvencionados. En esto hay algunas ambigüedades que seguramente deberán precisarse o corregirse. Pero sería interesante saber qué ha pasado en los establecimientos municipales con esta información, donde ella se entrega hace algunos años y no parece haber producido ningún efecto. Es posible que la forma en que se divulga y la escasa explicación que acompaña este proceso no permitan una interacción valiosa en las comunidades educativas. En ese sentido, no basta con producir información, sino que debe asegurarse que ella llegue de modo efectivo a quienes se quiere transmitir los antecedentes. En ese sentido, la actual divulgación de información educacional es todavía muy insuficiente.