En su novena creación, Cristián Plana -uno de los talentos mayores de la dirección teatral que ha dado la generación intermedia- ofrece un acto escénico de apariencia, en principio, nimia, hasta inofensiva, que nos interna poco a poco en una conmocionadora espiral de resonancias y ecos psicoanalíticos. Por lo que muestra con crudeza perturbadora y el caudal de interrogantes que corre bajo el relato, "No despiertes a los niños" tiene mucho que sugerir respecto a la profunda crisis actual de la pareja a raíz de cómo la redefinición de los roles sexuales en la sociedad moderna, ha evolucionado alterando impensadamente todas las nociones conocidas y aceptadas hasta hace poco.
El modo tangencial y solapado con que las imágenes de esta ficción -con dramaturgia de Constanza Manríquez- taladran nuestra mente, surge de que la representación, que ocupa una acogedora salita, adopta un tono sumamente íntimo y cercano, desarrollado con recursos despojados y minimales. La acción ocurre en el reconocible living de un departamento igual al de cualquier joven matrimonio emergente, iluminado por una lámpara. Los únicos dos ejecutantes -Ángela Gaviraghi y Gabriel Urzúa- hablan coloquialmente, en voz baja. La falta de teatralidad y naturalismo de la escena hace que el espectador se sienta como un voyeur espiando un instante de absoluta privacidad.
Vemos el regreso al hogar por la noche de la esposa, una exitosa abogada que acaba de tener un importante triunfo profesional; allí la espera su marido, un chef que ahoga en el alcohol su falta de perspectivas laborales. Conscientes de que su relación se desgastó hace tiempo, ambos se embarcan en una serie de juegos sexuales tan infantiles como torcidos; simulando además que no quieren despertar a sus imaginarios hijos, indicador de que no han podido consolidar su proyecto común. Luego de una interrupción, repiten la misma secuencia, evidenciando el lado patético y ridículo de sus fantasías.
Pero hay más, y mucho más sórdido y cruel: un perverso juego de cambio de roles, en que él pasa a ser ella y la mujer encarna al hijo inexistente, en un oscuro intento por escudriñar la raíz de sus terrores personales y de su fracaso de pareja. A estas alturas el realismo de la ficción de tan exacerbado, se ha vuelto irreal, cercano a un ensueño o pesadilla cargada de simbolismo freudiano.
Esto es, por cierto, teatro visceral, de sensaciones, un "montaje de director" de muy buen nivel que se sigue con atracción hipnótica y malsana. Tras "Paso del norte" y "Proyecto de vida", ambos estrenos del año pasado, Plana revela aquí que ha llegado a una maduración de su estilo tan personal.
Taller Siglo XX. Ernesto Pinto Lagarrigue 191, Bellavista. Jueves a sábado a las 21:00 horas. Domingo a las 20:00 horas. Entradas a la venta en Boletería Teatral (Costanera Center, nivel 1) y www.fundacionteatroamil.cl. Desde $4.000. Informaciones al 227355770.