Liszt, Maupoint y Schumann fueron los compositores presentes el sábado en el concierto que la Orquesta Sinfónica de Chile, bajo la conducción del prestigioso director Matthias Bamert, brindó en el CEAC de la Universidad de Chile.
De Liszt se oyó el poema sinfónico "Mazeppa", el sexto de los trece que compuso, fiel ejemplo de un género característicamente romántico que por encima de las estructuras clásicas privilegia las asociaciones extramusicales (poemas, historias, personajes, paisajes). En este caso, la historia del noble que, castigado por un desliz sentimental, es arrojado a las estepas, desnudo y a lomo de un caballo salvaje, para culminar en su triunfo y exaltación heroica. Musicalmente hablando no es el mejor de los poemas sinfónicos de Liszt. Abunda en ideas obvias y grandilocuentes que en su momento (1854) pueden haber sido bien recibidas, pero cuya estética hoy aparece trasnochada. Ni la orquesta ni el director parecieron muy cómodos en esta cabalgata y la interpretación fue poco más allá de una correcta lectura.
El viernes se había producido el estreno absoluto del concierto para piano y orquesta del chileno Andrés Maupoint, obra concebida para Alfredo Perl, que fue el solista en esta oportunidad. La composición se fue gestando en más de 15 años, y sus movimientos -que se tocan sin interrupción- no fueron creados en el orden que hoy se los escucha. Tal vez esto atenta contra la orgánica y se revela en la longitud algo excesiva, evidente en la reiteración de recursos que no son "ecológicamente sustentables". Pero, en general, la composición está muy bien concebida y contribuyen a su atractivo los hallazgos de colores orquestales (para los que Maupoint tiene especial sensibilidad), el uso de la dinámica, los bienvenidos interludios (o cadenzas ) del piano solo y el brillo de la escritura pianística. Perl fue el héroe de la jornada y la perfección musical y técnica que ya le conocemos en sus estupendas interpretaciones de Bach, Beethoven o Brahms, esta vez se colocó con su rigor de siempre, al servicio del lenguaje contemporáneo de su compatriota. Memorable.
El concierto culminó con la Sinfonía Nº 2 de Robert Schumann, que Bamert -menos flemático que en Liszt- planteó limpia y expresivamente desde un primer movimiento (que no abunda en ideas conspicuas), pasando por los ecos mendelssohnianos del Scherzo , la sublime emoción del Adagio , y el arrebato del Allegro final. Bajo su experta conducción, la orquesta realizó un gran trabajo.