No comparto la crítica exagerada a Jorge Sampaoli después del Mundial, porque sencillamente debe lidiar con dos realidades bien concretas: el bajo nivel de la mayoría de los jugadores que militan en el extranjero (con las excepciones sabidas y añadiendo que éste fue un buen fin de semana para otros) y la marcada irregularidad del torneo nacional, que es donde se supone debería alimentar cualquier proceso de renovación.
Estoy dispuesto a criticar, con energía, algunas cosas. La falta de información y mínimo detalle de la larga gira del cuerpo técnico por Europa previa a los amistosos está más cerca de la frescura que de la privacidad de su trabajo, por ejemplo. Pero ya está claro que la selección tiene hoy un nivel que la coloca muy por encima de la norma del fútbol chileno, y que la última valoración de jugadores del medio interno se produjo en la gran campaña de la U en la Sudamericana, que coincidentemente es el equipo que rompió el molde de una mediocre realidad a nivel local.
Cobresal es hoy un puntero indiscutido, sobre todo porque el viernes ratificó frente a Colo Colo, como visitante y en una semana llena de inconvenientes, que tiene más fútbol, ideas y convicciones que sus rivales inmediatos. La caída en el rendimiento de los albos desgraciadamente coincide con un momento clave en Copa Libertadores, donde tener un equipo chileno en segunda fase se complicaría muchísimo si la escuadra de Tapia no rescata puntos frente al Atlas de México.
La Universidad Católica tiene muchos problemas para consolidar su estilo, que hasta el momento insufló esperanzas a su hinchada sólo en la motivación y el carácter de su técnico, que no logra amasar un cambio con un plantel mal constituido. La Universidad de Chile logró hallar la armonía interna y el estilo perdido después de... ¡diez semanas de competencia! Y ni hablar del resto: ni Calera ni la Universidad de Concepción ni Huachipato ni O'Higgins, ni mucho menos Wanderers o la Unión Española, logran entusiasmar con rendimientos que suben y bajan con igual violencia y decepción. Se está jugando lento, mal y desordenadamente.
Está claro que el sistema de campeonato debe revisarse y modificarse con criterios técnicos que permitan tiempos adecuados de preparación y reforzamiento de los planteles. Hoy los equipos chilenos están por debajo de los de casi todo el continente, invirtiendo -en el caso de las sociedades anónimas más pudientes- enormes cantidades de dinero. La realidad es que sean quienes sean los que clasifiquen a la Copa o a la Sudamericana, deben padecer muchos problemas para competir mano a mano con rivales en teoría más débiles, pero que terminan desnudando las falencias de la competencia interna.
Si la discusión se va a plantear en los métodos de entrenamiento, en si los jugadores del medio local están preparados para un entrenamiento de selección, en si es posible la renovación o si el recambio puede acelerarse, Sampaoli gana con holgura. Este torneo y estos clubes no podrían soñar siquiera con ser los mejores de América.