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Cartas
Miércoles 01 de abril de 2015
Libertad de cátedra I
Señor Director:
A los directivos de nuestras universidades católicas (católicas porque son de la iglesia del mismo nombre, de determinadas congregaciones o de particulares devociones de ella) les gusta decir que son iguales a las estatales, o al menos tan públicas como estas últimas, aunque dicen eso solo a la hora en que pujan por recursos del Estado, mas no a la de dar cuenta de que la libertad de cátedra en su interior tiene las limitaciones que impone la jerarquía eclesiástica local o vaticana.
Es perfectamente legítimo que existan universidades confesionales, pero a lo que ellas no tienen derecho es a declararse en igualdad de condiciones respecto de las que no lo son. La pluralidad, como simple diversidad de hecho, existe en las universidades estatales, -y también, en alguna medida, en las católicas-, pero lo que no hay en estas últimas, o lo hay de manera muy limitada, es pluralismo, o sea, aceptación e irrestricta tolerancia con la diversidad.
Si un Estado distinto del chileno (el Vaticano) o si un arzobispo tienen en una universidad la última palabra acerca de quiénes pueden enseñar en ella, ¿se trata realmente de una universidad pública que, como tal, responde a la sociedad chilena en su conjunto y no a una determinada parte de un sector religioso de ella? De una "determinada parte", digo, porque he escuchado a muchos católicos manifestarse en completo desacuerdo con la decisión de sacar de la sala de clases a un teólogo por el solo hecho de que dice cosas que caen mal en los oídos de un arzobispo.
¿Hay entre las universidades estatales y las católicas solo una diferencia en cuanto a la propiedad de las mismas, como suelen afirmar, engañosamente, los directivos de las segundas?
Agustín Squella