Veintisiete conciertos en 4 días. Y puro Mozart. Solistas, grupos de cámara, orquestas, nacionales y extranjeros, se dieron cita en lugares tan disímiles como el GAM, el CEAC de la Universidad de Chile, el CA 660 de Corpartes, Espacio Matta, la Catedral, una iglesia, una capilla universitaria. Un ciclón mozartiano que dejó al público perplejo, sabiendo que era imposible abarcar tamaña sobreoferta. Quien se atrevió y pudo bucear en ella fue gratificado con un repertorio en el que solo faltó la ópera. El propio Amadeus, desde el Parnaso de los genios, debe haber observado con estupor este despliegue. Dada la calidad general de los intérpretes, decidir qué oír fue una ardua empresa y, finalmente, se impuso el interés particular en un intérprete o algunas obras específicas: tal cuarteto, esta sinfonía, aquel concierto, esa sonata.
El viernes, en el GAM, el cuarteto Szymanowski brindó una lección magistral. Los violinistas Agata Szymczewska y Grzegorz Kotow, la viola de Vladimir Mykitka y el chelo de Marcin Sieniawski, se unieron en admirable comunidad para brindar el Dúo para violín y viola K.V. 423 -obra muy poco difundida en nuestro medio- y dos monumentos de la literatura para cuarteto de cuerdas: el K.V. 421, famoso por la irresistible emoción del primer movimiento, y el K.V. 465 ("De las disonancias"), cuya insólita introducción es palmario ejemplo de libertad creadora alejada de toda convención. El controlado vibrato y refinada dinámica generó texturas translúcidas que permitieron que cada línea y cada gesto se hicieran "mozartianamente" perceptibles. Una fiesta para el público presente que, a juzgar por las ovaciones, supo valorar la perfección de un grupo memorable.
En el CA 660, el sábado, se tuvo la grata actuación de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Concepción. Contando con el excelente violinista Freddy Varela como concertino, el conjunto exhibe acrisolada disciplina y musicalidad que se hicieron más evidentes bajo la batuta rigurosa y sensible de Paolo Bortolameolli. Después de la severidad contundente del Adagio y Fuga K.V. 546, el concierto continuó con la presencia del oboísta Lucas Macías Navarro, que actuó como solista en el Concierto K.V. 314. Macías Navarro, de gran trayectoria, demostró su bien merecida fama. Su ejecución fue impecable y el público clamaba por un encore pero, desgraciadamente, una voz interrumpió los aplausos anunciando estentóreamente que habría un intermedio, frente a lo cual solista y orquesta tuvieron que abandonar el escenario. Imperdonable.
El concierto terminó con una preciosa versión de una de las más grandes sinfonías de Mozart, la Nº 39 K.V. 543. Elegancia, limpidez, vitalidad, dramatismo, todo estuvo ahí y Bortolameolli agregó otra estrella a su joven trayectoria.