Hay una nueva y peligrosa industria en Chile hoy.
El abuso sexual entre familiares, que existe desde siempre pero que gracias a denuncias y esfuerzos de miles de ciudadanos en el mundo entero, ya se ha incorporado como delito. Las víctimas de ayer ya están protegidas por las leyes en Chile y en casi todo el mundo.
Pero la vida da extrañas vueltas y hoy en nuestro país, se usa el abuso como forma de venganza entre padres en conflicto. Se usa como forma de manipular las entregas de dinero de parte del padre, se usa como una estrategia para controlar, por despecho si él está en otra relación afectiva, o para conseguir lo que de otra manera sería imposible. Esto ocurría, como antes el abuso, en la privacidad de las familias.
Hoy se ha convertido en una industria en la que no solo están las familias, sino ahora también los profesionales.
Los tribunales de familia están atiborrados de casos que demoran a veces años. Años en que hay un padre que no ha sido condenado aún, pero que no puede ver a sus hijos o hija "por prevención de daño".
Hoy las cosas solo han empeorado. Basta que una madre le diga a un psicóloga que su niña, que incluso recién está adquiriendo el lenguaje, presenta signos de abuso del padre, muestra temor ante la presencia del padre, para que se decrete como prevención que ese padre no puede ver a esa niña.
No se requiere ni siquiera una prueba médica o del médico legal. Basta la palabra de un profesional que confía en quién paga la consulta, sin entender que el paciente es el niño y no la madre, para que una familia entre en la pesadilla (porque eso es lo que es) donde ningun vínculo es seguro, donde nada es espontáneo, donde hay un hombre que ya está sentenciado sin juicios previo.
¡No puede ser!
Hay tantos otros niños de esa familia involucrados, hay tantas personas heridas, hay tanta sordidez, hay tantísimo dolor.
Las mujeres queríamos protección para nuestros hijos. Y hoy tenemos acceso a ella. No festinemos el abuso sexual. No hagamos de una conquista legítima, como la prevención y castigo del abuso sexual a menores, un arma de guerra para ganar batallas que nada tienen que ver con esos hijos que quisimos proteger.