Señor Director:
Tiene toda la razón el diputado Osvaldo Andrade, en su
carta del lunes 30 del presente, al advertir que mis sugerencias en una reciente exposición en Enade representarían "un giro copernicano" respecto del proyecto laboral del Gobierno. En efecto, pienso que desgraciadamente esa reforma yerra en su diagnóstico y en su receta, por lo cual convendría tomar un camino diferente.
El diputado plantea al respecto dos dudas, las cuales procedo a dilucidar.
La primera es por qué el gobierno del Presidente Piñera -del que fui parte- no promovió cambios como los que ahora propongo. Mencioné en la exposición comentada que dicho gobierno envió no uno, sino seis proyectos sobre esas materias (adaptabilidad de jornada de trabajadores agrícolas y del turismo, flexibilidad contractual para jóvenes estudiantes, teletrabajo, financiamiento de salas cunas y capacitación), los cuales hoy duermen en el Congreso. Más allá de los reparos y perfeccionamientos que merezcan, ellos son, creo, un buen punto de partida para una agenda laboral más amplia y más moderna.
La segunda duda del diputado es si acaso desconozco que en una democracia al gobierno elegido no le cabría sino cumplir con los lineamientos del programa votado por el electorado. De esa lógica deduce que el actual no podría "dar pie atrás" en su proyecto. Idéntico argumento oímos en la primera fase de la tramitación de la reforma tributaria. Como sabemos, el Gobierno debió rectificar cuando apreció que su proyecto original era defectuoso y despertaba inesperada resistencia en la ciudadanía, abriéndose a introducirle cambios sustanciales concordados con la alianza opositora. Hoy parece del todo sensato, y democrático, que un gobierno que ha perdido más de 20 puntos de popularidad en un año, y cuyas tres reformas claves -una de ellas, la laboral- son mayoritariamente rechazadas en las encuestas, se pregunte si acaso no ha entendido mal la voluntad de los votantes.
Aunque la reforma laboral del Gobierno ha tomado un camino equivocado, concuerdo con el diputado en que sus intenciones son sanas: fomentar el diálogo y la colaboración al interior de la empresa, promover la paz social y la productividad. Sostengo que, desgraciadamente, porque endurece la huelga y destruye empleos, muchas de las soluciones que propone solo traerán más conflictos y más frustraciones. Ese es el tipo de discrepancia que puede zanjarse dialogando de buena fe.
Juan Andrés Fontaine T.