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Editorial
Martes 31 de marzo de 2015
Francia gira a la derecha
los socialistas esperan que con buen rendimiento de la economía puedan tener un mejor desempeño electoral que en los últimos cuatro comicios, que han sido desastrosos para la izquierda...
Si los resultados de las elecciones departamentales en Francia fueran una prueba para las presidenciales de 2017, la centroderecha puede estar muy esperanzada de un triunfo. Sin embargo, en política dos años es mucho tiempo, y los socialistas esperan que con buen rendimiento de la economía puedan tener un mejor desempeño electoral que en los últimos cuatro comicios, que han sido desastrosos para la izquierda.
François Hollande tiene su popularidad por los suelos, el PS perdió casi la mitad de las alcaldías que tenía, y el Premier Manuel Valls no ha podido superar la declinación ni tampoco unir a la izquierda, que se presentó en listas separadas. En cambio, Nicolas Sarkozy, resucitado, festejó el triunfo como si fuera una victoria personal que lo posiciona bien para las primarias presidenciales.
Parte del éxito en las elecciones, en todo caso, se debió a la alianza que conformó la Unión por un Movimiento Popular con dos partidos de centro, la UDI y el MoDem, una estrategia nueva para Sarkozy, más proclive a buscar el voto de extrema derecha, ese que se inclina por el FN.
El Frente nació como movimiento xenófobo y extremista, pero bajo el liderazgo populista de Marine Le Pen ha moderado esa posición, logrando representar a los electores preocupados por la llegada de extranjeros que, a su juicio, se aprovechan del Estado de Bienestar, tan extendido en Francia, pero también por la delicada situación económica. Tanto el PS como la UMP, con diferencias, están en la línea de ajustar el cinturón de los franceses y hacer reformas estructurales para hacer más competitiva la economía. Le Pen, por el contrario, a la manera del Podemos, en España, o Syriza, en Grecia, quiere terminar con la austeridad, sin proponer una alternativa realista para sacar al país de la crisis, con gran desempleo, bajo crecimiento y alto endeudamiento público.
Los analistas han observado que el buen desempeño del FN, a pesar de que no consiguió ninguna alcaldía, pero sí 62 consejeros (antes tenían apenas dos), ha transformado el escenario político de Francia desde un bipartidismo a un tripartidismo. Es temprano aún para saber si la presencia de Le Pen y su partido está consolidada, pero es cierto que se transformó en un actor que no puede subestimarse. Para evitar su crecimiento, el PS llamó a votar por la derecha en los lugares donde ellos no tenían opción; en cambio, Sarkozy pidió voto en blanco o nulo a sus electores si la contienda estaba entre socialistas y frentistas.
A fin de año los franceses tendrán otra elección, las regionales, una nueva prueba para los partidos tradicionales y también para cualquier nuevo movimiento que deba luchar contra incumbentes que tienen aseguradas sus arcas. Por el sistema francés -en el que los candidatos se financian con las platas públicas que reciben sus partidos de acuerdo con resultados de elecciones pasadas y de los escaños realmente ganados, aportes de los militantes de los partidos, y donaciones individuales muy bajas (las empresas y personas jurídicas tienen prohibido contribuir a la política)- es difícil que nuevos actores puedan entrar al escenario. La participación de jóvenes en la Asamblea Nacional, por ejemplo, es muy baja, pues apenas 11 de los 577 tienen entre 30 y 40 años de edad. La poca renovación de la política puede ser una de las causas de que solo la mitad de los franceses fuera a votar el domingo pasado.