El Prócer me pide que lo acompañe a sacar la patente de su auto, el cual si bien reluce, está a punto de ser de colección. "Estos trámites son largos", explica, pero sospecho que la verdadera razón es su ineptitud para los trámites burocráticos, por lo que necesita que lo asistan. Me pasa a buscar muy temprano en su antiguo Mercedes Benz, resabio de sus tiempos de diplomático. Luce unos blue-jeans que cuelgan en los bolsillos posteriores y un vistoso pañuelo de seda al cuello. Mientras maneja, me dice que el ambiente nacional está depresivo. "La palabra inglesa dispirited lo describe mejor. Estamos con falta de espíritu, es decir, sin energía ni entusiasmo. Todo lo que pasa es malo. Temporales en el Norte y sequía en el Sur. Los políticos eludiendo el chorro que impulsa el potente ventilador giratorio que sopla sobre una bacinica rebosante de boletas. El Gobierno contumazmente empeñado en una agenda que no convence. La economía resentida. Se nota la ausencia de un proyecto país compartido por todos y del cual todos nos beneficiemos". En eso llegamos a la carpa que ha instalado la municipalidad para las patentes y a los cinco minutos ha terminado el trámite. "Todo fue sorprendentemente rápido, pero tuve que pagar 15 partes por estacionar en lugares prohibidos. Descubrí que es mi mujer, cuando va a la peluquería", señala resignado. Y me invita a tomar un café, ya con el ánimo un poco más lighthearted, como suele decir.

R. RIGOTER