Armando Uribe, enclaustrado voluntariamente, deseoso de que la muerte le llegue ya, deseoso de no haber nacido (como la sabiduría del Sileno), deseoso de no haber sido concebido, sin embargo, no puede dejar de escribir estos "textos", como los denomina en varias oportunidades, ya no "versos" ni menos "poesía", que le fluyen imperiosamente, viniendo a llenar las horas de hastío, las horas de espera o, mejor dicho, de esperanza. Pero, por donde se los mire, los "textos" de Uribe son poesía. Y quizás, habría que añadir poesía religiosa y elegíaca.
Hache con Ce reúne, en efecto, dos grupos de poemas en un conjunto entrelazado: el primero, "Hache", la letra muda, inicial del segundo apellido de su padre, la letra que en nuestro idioma parece estar indicando una ausencia, y "Ce", por Cecilia Echeverría, su mujer, la amada ausente, la que como la hache posee una presencia que no se puede palpar, pero tampoco eludir.
Los poemas de Uribe Arce son acercamientos a grandes interrogantes, cuyo peso oprime y de algún modo fuerza al autor a seguir escribiendo porque la poesía es una exploración que no proporciona respuesta y consuelos totales y definitivos. Esas interrogantes -ligadas, por cierto- se refieren a sus creencias acerca del Dios católico, al sentido de sus versos y sentido (o sinsentido) de continuar escribiéndolos, a la muerte de los seres queridos y a la propia muerte. Elegía y consolación son, por lo mismo, los géneros mas empleados en este poemario, sin perjuicio de ese particular tipo de versificación suya en la cual cruza un tono y contenidos bíblicos o evangélicos -oraciones (a veces, imprecaciones)- con formas poéticas españolas (rima, aliteración, encabalgamiento) de modo de producir un desajuste, un quiebre, más ligero en ocasiones y hacia el final del libro.
En este poema se advierte otra inquietud: la infidelidad a (o imitación de) Cristo: "Se quedaron dormidos los discípulos/ (y el que reza el rosario) en el capítulo/ de la oración de Jesús en el huerto/ y en el misterio peor (Crucifixión)/ y al sepultar a Cristo muerto/ y aun durante la resurrección". Los discípulos se duermen (dejan de estar en guardia) en el huerto donde Cristo los dejó orando. En paralelo, el que reza el rosario también se queda dormido durante el recordatorio, precisamente, que narra la oración de Cristo en el huerto y cómo los discípulos se quedan dormidos. El episodio forma parte del misterio de la Crucifixión que, entre los cinco misterios que se rezan, es el peor. El sueño de los discípulos se contagia al orante y se prolonga a las demás partes de ese mismo misterio e incluso lo traspasa porque el dormir alcanza incluso hasta la Resurrección, el misterio Glorioso, el mejor, el óptimo.
En contraste con este poema, que posee cierta calma en la agitación marcada por su ritmo y métrica, el siguiente poema se descuadra y los mismos recursos lo conducen a un resultado disruptivo y cómico: "Castigos del Infierno: oír susurros/ en la lengua materna; se discierne/ cada sílaba pero no se entiende/ palabra alguna, aun la que no tiene/ más que una sílaba, lo cual concierne (proviene)/ de que son ruidos mugidos crujidos/ de burros". Los burros son los condenados.
El uso que hace Uribe de la rima exterior (e interior) del verso no es común ni unívoco ni simplemente eufónico. En muchas ocasiones pareciera escogida para molestar, para introducir una disfonía, un ruido, como si de los versos se hubieran apropiado unos espíritus juguetones, incluso maliciosos que, sanamente, perturban la gravedad de la superficie del poema, pero también ponen en ejecución lo que el mismo poema alude: "No me interesa la belleza/ prefiero la aleluya con su bulla/ que es de verdad como matraca./ Pude decir cual la que saca/ ruido de viernes Santo, cuya/ fúnebre feria me embelesa". En este revelador poema continúa subterráneamente la dialéctica interna al poeta entre la fidelidad a Cristo (Aleluya, bulla, matraca, fúnebre) y la fidelidad a la poesía (la belleza). La primera lo embelesa, porque "es de verdad".
En medio de "Ce", hermosa elegía, hallamos además del lamento y la ternura por la ausente, juegos de palabra, giros humorísticos, y de nuevo el motivo de la imitatio christi : "Diría, por así decir, que existo/ y me abstendré de desdecirme,/ tratando de arreglar mi firme/ duda de ser imitación de Cristo./ Nunca he podido serlo; y solo lo remedo/ con mucha hipocresía, porque le tengo miedo".
La poesía de Uribe, por la premura y presión que la incita, no obstante las formas a las que apela y sus referencias textuales, parece emanar de su "habla", del modo corporal de articular su decir, de su elocuencia. Hache con Ce es un ejemplo, a pesar de sí misma, de una voz poética con máxima vitalidad.