Dicen que esta semana, cuando comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia en Santiago y se desataban los violentos temporales en el norte, Sebastián Piñera se ofreció en su casa para ir a limpiar las canaletas del techo.
Lo miraron con extrañeza y le dijeron Ok.
Cuando lo vieron encaramado en una pandereta premunido de su antigua parka roja, en su familia entendieron todo.
Al hombre le picaban las manos por partir al norte, a la misma tierra de los 33 mineros, a intentar un nuevo milagro. Pero no podía.
Y ojo. Quizás sea esta catástrofe lo que termine por convencerlo de intentar volver a La Moneda el 2018. Cuestión que yo estimo en extremo riesgosa.
Porque yo les pregunto: si a Michelle Bachelet le dieran la oportunidad de retroceder en el tiempo un par de años y volver a enfrentar la disyuntiva de repostularse, ¿tomaría la misma decisión, teniendo en cuenta lo mal que lo debe estar pasando?
El ex Presidente Ricardo Lagos también reapareció esta semana. Lanzó un portal de internet para centralizar el debate sobre una eventual nueva Constitución. Muchos piensan que es su plataforma para intentar regresar a La Moneda. Pero él dio una entrevista y explicó que los únicos dos mandatarios que gobernaron dos veces en el siglo pasado fueron Alessandri e Ibáñez y que su lugar en la historia se lo ganaron por lo que hicieron en el primer mandato, no en el segundo.
Fue su modo de decir que no está pensando en una nueva carrera presidencial. Además ha dado el argumento del carnet de identidad, es decir, de su edad.
Pero yo no me compro su desapego al poder. Creo que le encantaría volver. Todo el rato. Y que está seguro de que su segundo gobierno sería mejor que el primero. Todos creen lo mismo.
Les juro que Piñera y Lagos están ganosos, que su pasión sigue intacta.
Los imagino tomando antioxidantes todos los días, con los ojos fijos en el personal trainer , cuidando la dieta, tomando una copita de tinto en las noches, durmiendo ocho horas, hundiendo la guata, poniendo atención a las conversaciones de los jóvenes para entender sus lógicas y sus modismos ("Insulza me dejó un visto en WhatsUp ", dicen que comentó Lagos el otro día; "¿Por qué no me laiqueaste mi foto en Instagram?", habría preguntado Piñera a su nieto).
Y miren cómo son las cosas. El otro que quiere volver, a competir, claro, es Marco Enríquez-Ominami. Quiere estar por tercera vez en la papeleta presidencial, pero su problema es distinto al de sus eventuales contendores "senior": él necesita deshacerse de su juventud y parecer más viejo, más experimentado, más sabio.
Quizás por eso ME-O está cada día más canoso. Al ritmo que va, a las elecciones de 2017 va a llegar con el pelo blanco (¿venderán productos para encanecerse el cabello?). Dicen que está en clases de dicción para hablar más lento, como un abuelo (debería juntarse más con el subsecretario Aleuy, que tiene la voz más lúgubre de la clase política). Es que Enríquez sabe que no puede postularse cinco veces a la Presidencia de la República y por eso parece estar tratando de ganarle tiempo al futuro.
Es curioso, visto desde afuera el trabajo de un gobernante parece una labor espantosa. Pero ellos adoran esa pega. ¿Por qué será?