Frente al peligro amarillo o al verde o al blanco, lo que importa más que nunca es la cabeza fría y eso de controlar el proceso mental y luego la conducta, después el juego y finalmente, entonces, recuperar lo que se está perdiendo: la sicología.
El entrenador Jorge Sampaoli, después de la derrota con Irán, lo dijo: "Fuimos superados sicológica y anímicamente". También añadió "físicamente", pero eso es cosa de mecánica, gimnasia y preparación. Es cosa de ponerse.
La misión de ahora es que Brasil no nos caldee la cabeza con los apellidos y tampoco con el bombín de la historia.
Algo que ya superamos, no hay que olvidarse. Mucho antes del empate en el Mundial, que fue cuando explotó el palo terrible del centrodelantero Mauricio Pinilla, que debió ser convocado a la selección, entre paréntesis, aunque esto ahora es secundario.
Lo esencial es que nadie nos pise el ánimo y nos desactive la certeza de que es una gran generación de futbolistas y por eso Matías Fernández contra los iraníes, jugó, trabó y corrió como nunca antes, porque el mediocampista desea estar en el proceso y en la cancha, y no quedarse en la banca.
Y David Pizarro, un chico orgulloso, también regresó al equipo, después tantas despedidas y juramentos. La razón es evidente: como esta selección no hay dos. Hay que estar. Ahora y en la Copa América.
Que no nos metan al mundo de las inseguridades.
Que no nos pasen las cuentas del viejo rosario.
Y que no nos pongan la pata encima y para eso hay que repetir y repetir y repetir: la sicología es nuestra y nadie nos la va a quitar.
La cabeza fría y tranquila del que sabe lo que quiere, porque esa convicción supera los resultados de cualquier partido.
Que no nos arrebaten la inteligencia, nos peloteen la motivación y nos paseen la conciencia.
En el currículo de cualquier selección se anotan las derrotas, empates o triunfos, pero el único cocimiento que importa, el histórico, serio e inevitable, es seguir adelante.
No bajar los brazos y tampoco levantarlos demasiado.
Sin entrar en crisis vitales y sin caer en sueños imperiales.
Lejos de las dudas que matan y también de las confianzas ciegas.
Una selección y unos jugadores con la sicología bien puesta. Esos son los testículos capitales y los que cuentan. En su lugar y donde deben estar. En la cabeza fría y en el corazón palpitando, caliente y jugando.
Que Neymar no nos coma la color.
Que Fernandinho no nos dore la píldora.
Que los defensas no nos enceren la oreja.
Que la verde amarilla no nos encandile.
Y que el Scratch se vaya con la música a otra parte.