1-0. Después de un córner, solo salta Enzo Roco. Rodrigo Millar pierde la marca de Nekouam, quien conecta libre.
2-0: El arquero de Irán saca desde el fondo, un rival peina el balón, se produce una pared larga, Chile defiende en línea con sus cuatro zagueros, la pelota va al espacio para Ghoochannejhad, envía un centro rasante, y Amiri vence a Bravo.
Dos goles más que evitables, en una derrota inesperada, pero ante todo inquietante. Jorge Sampaoli, sin eufemismos, reconoció la mala actuación. El capitán, Claudio Bravo, no tuvo problemas en decir que con este rendimiento las ilusiones de levantar la Copa América no se sustentan. En mayor o menor medida, Bolivia, Uruguay e Irán evidenciaron las carencias que cuestan puntos.
Es de perogrullo, pero todos los equipos tienen derecho a jugar mal. También pueden ser superados. En un deporte de conjunto es lo normal. El tema es que cuando no estás en una buena jornada o el funcionamiento no te alcanza, debes ser capaz de proteger tu rancho. No regalar goles ni facilitar la tarea del adversario. Porque si eres capaz de afirmarte en los balones detenidos o defiendes de manera correcta un saque de meta o un lateral, al menos estás en condiciones de seguir en carrera en los 90 minutos.
Eso falló en Sankt Pölten.
La idea era ver en acción a los reemplazantes de la formación titular, pero no resultó. Hubo inseguridad en el fondo, sobre todo en el costado derecho (José Pedro Fuenzalida y Enzo Roco), desacomodo en la zona de los volantes (Rodrigo Millar nunca se encontró como volante central y Erick Pulgar estuvo fuera de posición, muy adelantado) y los atacantes aislados, casi sin entrar en acción. Fabián Orellana jamás pudo meterse en el partido, pese a que incluso tuvo el empate.
Extrañó no ver en acción a Jaime Valdés algunos minutos. El ingreso de los titulares en el complemento demostró que el técnico aspiró a conseguir la igualdad con los soldados de siempre. La lógica indica que ante Brasil debiera actuar la mayoría de los que terminaron ante los asiáticos.
En ciertas circunstancias, los futbolistas deben tomar decisiones, por sobre lo que plantea la banca. El desarrollo del partido lo demanda. Chile cometió el pecado de ir al choque con los iraníes, de meterse en la refriega, de no bajar el ritmo y empezar a manejar la pelota. Nunca estuvo cómoda la escuadra nacional, que en la medida en que los minutos avanzaban se alejaba cada vez más de esa posición que busca Sampaoli, para luego iniciar un ataque frenético.
Si la idea era sumar alternativas para la Copa América, la realidad nos muestra que hoy el abanico disminuyó. Marcelo Díaz y Felipe Gutiérrez están lesionados, aunque el volante del Hamburgo podría recuperarse. Se reincorporaron Matías Fernández y David Pizarro. Por eso no pueden considerarse entre las apariciones. Juan Cornejo mostró carácter en el costado izquierdo y aprovechó la oportunidad. La inquietud es que la distancia entre los titulares y los suplentes pareciera agigantarse.
El duelo de mañana en Londres, frente a Brasil, dará una buena medida del momento de este cuadro que será anfitrión en la Copa América. Existe una dependencia de Alexis Sánchez de tres cuartos de cancha hacia adelante. Eduardo Vargas acentúa su tendencia a no participar del juego, aunque Mark González pareciera disfrutar de un segundo aire. Que buena parte de los jugadores que militan en Europa no sean titulares en sus clubes es una traba. Nada reemplaza a la competencia, más aún en un formato como el de la selección chilena, que requiere a sus violines ultra afinados.
Queda espacio para la corrección.