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Cartas
Jueves 26 de marzo de 2015
Productividad en Chile
Señor Director:
Utilizando cifras de actividad y empleo del Banco Central, he calculado que la contribución de la productividad agregada al crecimiento del PIB en 2014 fue negativa. Durante los años 90 la productividad explicó 4,7 puntos porcentuales de crecimiento por año; durante la década pasada, 1,4 puntos porcentuales; y el año pasado, -0,5%. Esta tendencia debe alarmarnos.
Primero, porque no hay crecimiento sostenido sin ganancias de eficiencia. En el largo plazo, el empleo y la inversión son irrelevantes para la evolución del producto per cápita. Las economías exitosas liberan horas para el ocio y recursos para el consumo, pero continúan creciendo; no porque trabajen e inviertan más, sino porque trabajan e invierten mejor.
Una segunda consecuencia de la baja productividad es coyuntural. El producto potencial, aquel que una economía puede sostener sin enfrentar presiones inflacionarias, está determinado por la eficiencia agregada. Las estimaciones oficiales lo ubican en el rango 4 a 4,5%. Pero las cifras de actividad más recientes sugieren que este es al menos un punto porcentual menor, con lo que la brecha de capacidad también estaría por debajo de la habitualmente estimada. Esta puede ser la razón de que, incluso con el bajo crecimiento en 2014, la inflación siga alta. Así, el Banco Central no tendría espacio para mantener una política monetaria expansiva, es decir, una tasa de interés relativamente baja.
Una estrategia pro productividad debe considerar políticas sustentadas en tres principios fundamentales: confiabilidad, para promover el desarrollo de nuevos proyectos, pese a su riesgo; flexibilidad, para ajustarse con rapidez a los cambios globales; y versatilidad, para respetar la heterogeneidad entre sectores y empresas.
Raphael Bergoeing
Centro de Estudios Públicos y Universidad de Chile