Esta expresión de los jóvenes debería ingresar al lenguaje común en Santiago de Chile.
Todo el mundo cree que tiene derecho a opinar sobre lo que los demás cuentan. El silencio, el cariño, un gesto de compañía, no parecen ya necesarios si alguien expone una preocupación o un problema. Hoy, lo que hay que hacer es opinar. Especialmente las mujeres parecen tener "consejos" o "alternativas sabias y bien documentadas" sobre casi todo lo que concierne a la intimidad en la vida humana. De niños, hombres y mujeres.
Nos hemos convertido en profesionales de la ayuda.
Una mujer dice que su niño no quiere comer, que esto la tiene agotada. Las amigas que están ahí para consolar, ayudar, dar soluciones empiezan a opinar. Que si el niño estará tenso, que si lo hará para llamar la atención, que si no será la madre un poco ansiosa. La pobre mamá tiene la sensación de estar en problemas mayores de los que creía, de que algo capaz anda mal con ella. ¿Quién le echó ficha a esas amigas? en otras palabras, ¿quién las autorizó para hablar de la vida o características de esa madre? Bastaba un "ponle azúcar al chupete" o "cambia la leche, capaz otra le gusta más" o, como dicen los pediatras, "ningún niño se muere de hambre, ya va a comer".
Primero: En la vida existen los problemas sencillos. Nada más inapropiado que hacerlos complejos tratando de ser profundos cuando la situación no lo requiere.
Segundo: es profundamente cierto que no tenemos derecho a opinar si no nos han echado ficha. No es amistoso ni cariñoso psicologizarlo todo. NO es bien educado meterse más allá de lo que me piden en la vida ajena. No es justo dar opiniones que no me han pedido. Hablemos solo lo necesario y solo cuando nos lo piden. Haremos un gran favor a la psiquis de las mujeres chilenas.