Chile está a punto de reencontrarse con uno de sus peores verdugos. Y no se trata sólo de Brasil, sino también de Dunga, el entrenador que mejor supo leer la estrategia de Nelson Acosta primero y de Marcelo Bielsa después. Con una mezcla de pragmatismo y contundencia, no sólo se quedó siempre con la victoria, sino que además supo propinarnos goleadas inolvidables y derrotas muy dolorosas, como aquella en San Salvador de Bahía por las clasificatorias a Sudáfrica, donde pareció al borde del nocaut, y se quedó igual con los tres puntos.
Es el último ensayo completo para Jorge Sampaoli antes de reunir al plantel en Europa con la dudosa y cuestionable misión de "restarle presión al grupo", porque se supone que todos estaremos pidiendo que ganen en casa. Pese al hermetismo de la gira por el Viejo Mundo del entrenador, ya se sabe que sorpresas no habrá. Me habría encantado saber -como a todos, supongo- con quién se reunió, por cuánto tiempo, cuánto hablaron, qué les dijo, qué comieron y dónde, a quién ignoró y cuántos museos visitó en este periplo de no sé cuántos días, porque a nadie le pareció lógico decirlo. Pero la cosa es así desde hace mucho rato, y en materia de selección el misterio frisa con el espionaje, y la transparencia no es un bien negociable.
Una cosa sí es cierta: el grupo llega en peor condición que al Mundial. Sólo Claudio Bravo, Alexis Sánchez y, obviamente, Arturo Vidal están en mejor forma que hace nueve meses. El resto ha deambulado entre las lesiones, la intrascendencia y la suplencia, siendo los casos más destacados los de Mauricio Isla, Eduardo Vargas (aunque hizo un gol ayer), Jorge Valdivia, Charles Aránguiz, Mena, el "Gato" Silva, Miiko Albornoz, Jara, Marcelo Díaz, y un largo etcétera que no queremos repasar para que no suene a masoquismo.
La recuperación de Matías Fernández y la confusa situación de David Pizarro (¿por qué nada es claro cuando se trata de Pizarro y la selección?) quedan en suspenso, porque nunca se supo si el técnico valora su aporte y si los jugadores lo apoyan cabalmente. Una vez más habrá que confiar en que la suma de voluntades, la estrategia y la ansiedad de triunfos de este equipo produzcan la ecuación necesaria para que los rendimientos se eleven. Estoy pensando, por ejemplo, en el Gary Medel del Mundial en el comparativo con el que juega en el Inter de Milán.
El plantel no está en su mejor momento, sin duda. Pero aún falta para la Copa América. La lógica indica que los hinchas -los que saben, no los de las barras bravas- entienden que el favoritismo no está de nuestra parte. Y que ganar la primera Copa América de la historia supondría un alza notable de los rendimientos individuales. Pero de eso se trata, casi siempre, el fútbol. Y ese es el objetivo del partido con Brasil. Saber si en la suma somos más. Recién ahí podríamos hablar de presión, de expectativas, de ansiedad colectiva, de que hay que huir lejos para no caer en el triunfalismo. Decirlo ahora es un poco alocado. E irreal.