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Cartas
Viernes 06 de marzo de 2015
Corrupción y educación
Para un correcto análisis y acciones a seguir frente a la alerta roja de corrupción sistémica que conoce el país, con alcances legales y judiciales ya no solo en Chile, indispensable es una consideración especial de dos de sus componentes, determinantes en el fenómeno de la corrupción: el componente sociocultural y el del fuero interno de las personas acorde con su formación.
En nuestra opinión, ellos prevalecen sobre los demás aspectos que inciden en este fenómeno, incluidos los jurídicos e institucionales, lo que explica su persistencia en el tiempo y el limitado efecto de los antídotos que los gobiernos aplican como reacción. En el entendido que la corrupción, como la delincuencia violenta o económica son fenómenos consustanciales al ser humano según enseña la historia y que, por lo tanto, una meta realista ajena a la retórica política es reducir sus índices al máximo posible. Un ejemplo de componente sociocultural evidente es la incoherencia entre lo que se piensa, dice y hace porque se advierte cierto desdoblamiento entre conservadurismo respecto de los bienes propios o familiares y socialismo en la consideración de los ajenos, realidad que Gandhi censura en esa profunda y sabia exhortación: "Tú debes ser el cambio que quieres ver en la sociedad". Es decir, muestra con tu ejemplo de vida el cumplimiento de las ideas y principios a que adhieres o invocas.
Otro ejemplo, es el uso de "credenciales" y sus diversas formas de expresión para el logro de beneficios por sobre las regulaciones normativas: amiguismo, clientelismo político, nepotismo u otras manifestaciones de poder en el contexto de una sociedad personalizada como la nuestra. El crédito bancario que hoy es noticia por las circunstancias en que fue concedido y sus intervinientes es un fiel reflejo de estos rasgos socioculturales propios de nuestra convivencia, a lo que cabe agregar que si bien la actividad bancaria es una actividad privada que persigue legítima rentabilidad, cumple, sin embargo, atendida su función de intermediación en el crédito y su gravitación en la economía nacional, una indudable función pública que justifica su supervisión o control.
A los componentes socioculturales referidos como otros de similares características, difíciles de revertir por lo tanto en lapsos breves y que también hoy hacen noticia, se agrega para una aproximación más eficiente a la corrupción la motivación interna o intrínseca de las personas, proveniente de sus convicciones propias, morales, éticas o religiosas, porque en última instancia las conductas son opciones de quienes las realizan.
La necesarias motivaciones externas derivadas de las sanciones establecidas en las leyes o códigos de conducta, o de nuevos marcos institucionales, seguirán siendo insuficientes si no van acompañadas de un proceso educativo sobre la función de la norma en la naturaleza humana, su asimilación más que la coerción de la ley, es decir, una convicción profunda emanada de la propia conciencia o fuero interno de las personas. Entorno y persona se retroalimentan: la educación tiene la palabra.
Luis Bates H.
Centro de Educación Ciudadana
Universidad San Sebastián