Uno de los más recientes tópicos de la prensa internacional sobre el vino chileno es la explosión de creatividad que vive. Pasamos de ser el "país Volvo" -seguro, confiable, pero poco sexy- a ser uno de los productores más innovadores del mundo. La explicación, se afirma, está en el aumento del número de pequeños proyectos independientes.
Sin embargo, la realidad es más compleja. Uno de los grandes motores del cambio en Chile han sido las compañías medianas y grandes. A veces a contrapelo, otras con pleno apoyo de los dueños, los enólogos de esas firmas se han dado maña para romper los límites. Uno de los ejemplos más claros es el Grupo Belén, propietario de Morandé y Vistamar, quien instauró la obligación de que los enólogos hicieran proyectos personales. Uno de ellos es Aterciopelado 2014, responsabilidad de Jorge Martínez, mezcla de uva país con un porcentaje menor de malbec. El resultado es muy frutal e impulsivo, quizás por su juventud. Aunque iría bien con una carne mechada con puré, también puede ir con ñoquis con salsa en base a tomate.
Aterciopelado 2014, $9.900.