Los errores de los árbitros en la última fecha han sido eso: errores. No alcanzan para configurar alguna teoría conspirativa y ni siquiera para estimar que el nivel referil es especialmente bajo. No es muy bueno ni muy malo, como en todos lados.
Las confabulaciones, que fueron pan de cada día en otras épocas, hoy no tienen lugar en nuestro fútbol. No hay ningún club "descarriado" al que la autoridad central deseara "enrielar". Por el contrario, las instituciones asociadas van por el mismo carril, ordenadamente y felices de la vida. Y si alguna reclama que no le gusta el rumbo, solo recibe la indiferencia de las demás y el desprecio del maquinista.
Así es que por ese lado no hay tema.
¿Clubes que busquen el favor de los árbitros? Tampoco parece ser el caso, pues los errores señalados a través del campeonato tendrían que seguir alguna línea, marcar una tendencia en beneficio de determinados protagonistas. Si cada semana se repitieran los beneficiados, algún lugar habría para la duda. Pero no es el caso. Al final de cada fecha no aparecen los mismos favorecidos ni los mismos perjudicados.
O sea que tampoco va por ahí la cosa. Además, creerlo sería desconfiar de la integridad de los jueces. Es cierto que desconfiar, en el mundo del fútbol, nunca está de más, pero en general no se aplica a los árbitros, que no se salen del reglamento por intereses económicos. Si se salen, es por otros motivos.
Por ejemplo, en otra época, hubo un presidente del fútbol que solía armar pichangas de dirigentes versus árbitros, con el consabido asado final de camaradería. Allí, en la charla amable, los directivos centrales comentaban sus cuitas y sus pesares por las asistencias y las recaudaciones y "lo bueno que sería" que tales equipos fueran al frente de la tabla y tuvieran que decidir posiciones entre ellos. No era necesario que a los árbitros, ni a su jefe, se les dijera nada. Ya tenían suficiente con los deseos que escuchaban en medio de tan amable reunión. (Y por supuesto que sucedía aquello "que sería bueno" que sucediera).
Es decir, los árbitros pueden -como todos los humanos- ser influenciados por razones emocionales, como sentir simpatía o antipatía por algunos, creerles o no a otros, en fin, esas cosas.
Es posible, por ejemplo, que algunos o varios de ellos no le crean a Gonzalo Fierro después de aquella historiada simulación. Tal vez eso le pasó a Claudio Puga el domingo en Chillán, cuando lo expulsó injustamente: Fierro fue víctima de una infracción, pero el árbitro lo estimó autor y, como estaba con tarjeta amarilla, ¡fuera! Puga no es un mal árbitro (opinión que pocos comparten), pero aquí tal vez no quiso pasar por ingenuo.
En el Iquique-Palestino los errores menudearon. Mal anulado el gol que marcaba el 3-2 de Palestino. No fue Patricio Polic (¿por qué le dicen "el Pato" los relatores confianzudos?) el culpable, sino uno de los banderolas por la franja. Y se equivocó para los dos lados. También fue responsabilidad de un juez de línea el falso offside de Roberto Gutiérrez contra Cobresal, aunque fue directamente Carlos Ulloa el que no sancionó una mano-penal de Matías Donoso. También fue directamente Claudio Aranda el que no vio el penal de Jorge Carranza en el partido de O'Higgins y Barnechea, y fue uno de sus asistentes el que no vio adelantado a Pablo Calandria en uno de sus goles.
En suma, errores. Salvo que haya algo que este columnista tampoco ve. Lo que no sería extraño.