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Editorial
Lunes 02 de marzo de 2015
El gas ruso como arma
En lo económico, el plan de la UE confirma la necesidad de las naciones de apostar por una apertura del mercado para lograr precios y servicios más eficientes. En lo político, revela el rol cada vez más primordial de los commodities energéticos.
La crisis de Ucrania ha llevado finalmente a que la Unión Europea busque una solución para los problemas de su mercado energético, dependiente de las importaciones y con costos cada vez más altos. Como bloque, la UE es el principal importador de energía del mundo y el 40% lo obtiene desde Rusia. Pero la creciente tensión entre ambas potencias ha obligado a buscar nuevos proveedores.
El Presidente ruso, Vladimir Putin, amenazó con cortar el suministro de gas hacia Ucrania, por donde pasa el 40% del combustible hacia la región. De concretarse, sería la cuarta vez en la última década que Rusia utiliza los envíos de gas como un arma en su conflicto con el Occidente. Esta vez, Putin se escuda en la necesidad de asegurar el pago del gobierno ucraniano a Gazprom, pero el anuncio coincide con la decisión de la UE y Estados Unidos de evaluar nuevas sanciones ante la insistencia de Rusia de apoyar militarmente a los separatistas en Ucrania.
La Comisión Europea ha decidido responder con una propuesta de largo plazo y esta semana presentó su plan para crear un mercado único de energía. El plan es ambicioso. No solo aborda la transformación de la matriz energética, fijando metas para el cambio hacia fuentes renovables (27% a 2030); también apuesta por reducir el consumo en un tercio, impulsando la eficiencia, y elimina las barreras para la distribución del suministro entre los 28 países. El plan genera rechazo en naciones como Alemania, pues supone entregar aún más soberanía a Bruselas, que tomaría el control de la negociación de los contratos.
El eje central del programa, sin embargo, está en la ampliación de las fuentes de energía. En su declaración, la Comisión deja en claro la necesidad de coordinar, o incluso subordinar, la política exterior a la energética. Esto incluye replantear la relación con Rusia y con Ucrania, pero además abrir el mercado a otros proveedores, creando alianzas con actores cada vez más relevantes en el comercio del gas natural.
El que este sea un tema más geopolítico que económico queda claro al revisar la lista de los potenciales nuevos socios estratégicos. En la lista aparecen en segundo lugar Noruega, Canadá y Estados Unidos, para dar prioridad a alianzas con Turquía, Azerbaiyán, Argelia y Turkmenistán. Estos cuatro países están entre los menos democráticos del mundo, con gobiernos acusados de autoritarismo y violaciones recurrentes a los derechos humanos y políticos, pero al mismo tiempo con posiciones geopolíticas estratégicas.
Acercar a Azerbaiyán a la UE supondría limitar el avance de la influencia de Rusia sobre el Cáucaso, precisamente cuando se especula de la intención de Putin de volver a configurar la extinta Unión Soviética. Turquía, Turkmenistán y Argelia podrían jugar un rol clave en la guerra contra agrupaciones terroristas islamistas como Estado Islámico o Al Qaeda. Estos cuatro países también tienen en común la creciente cercanía con Rusia.
En lo económico, el plan de la UE confirma la necesidad de las naciones de apostar por una apertura del mercado para lograr precios y servicios más eficientes. En lo político, revela el rol cada vez más primordial de los commodities energéticos, llevando a que una región completa, que se dice defensora de la democracia, profundice alianzas con gobiernos con prácticas cuestionables a cambio de frenar a su rival más fuerte.