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Editorial
Domingo 01 de marzo de 2015
Giro en Grecia
Aunque el acuerdo es ambiguo y deja cierto margen de maniobra para hacer política, Grecia deberá aplicar reformas para impedir la amplia evasión tributaria, aumentar la recaudación de los impuestos a las ventas y cambiar regulaciones que limitan la competencia...
Un mes después de ganar las elecciones con un programa que prometía "dejar atrás la 'troika' y terminar con la austeridad", el Primer Ministro, Alexis Tsipras, aceptó un acuerdo con la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI, que lo deja debilitado frente a los electores griegos que creyeron en su discurso populista que prometía sacarlos del atolladero económico dejando de pagar las deudas. Si bien el Premier presentó el convenio como "un éxito", que "da aliento a la gente", lo cierto es que apenas consiguió aplazar en cuatro meses el cumplimiento de las condiciones impuestas para recibir el último tramo del rescate otorgado en 2012.
Aunque el acuerdo es ambiguo y deja cierto margen de maniobra para hacer política, Grecia deberá aplicar reformas para impedir la amplia evasión tributaria, aumentar la recaudación de los impuestos a las ventas y cambiar regulaciones que limitan la competencia. También deberá controlar la corrupción y el contrabando de cigarrillos y licores. Podrá mantener los bonos de alimentos y la electricidad gratis para los más pobres, así como aumentar el salario mínimo, pero no podrá recontratar a los funcionarios públicos despedidos ni incrementar pensiones. Vistas así las cosas, es claro que el gobierno griego tuvo que cambiar no solo su severo discurso contra los negociadores europeos, sino sus aspiraciones de reducir la deuda a la mitad y dar la espalda a las soluciones propuestas por la UE.
Ahora Tsipras enfrenta las críticas de un sector de su coalición que ve el acuerdo como una "capitulación" frente a los acreedores internacionales. Y probablemente, a medida que se implementen los puntos del acuerdo, las voces contrarias aumentarán en intensidad.
El jefe económico del partido oficialista ya señaló que se renunció a muchos de los objetivos fijados al comienzo de las negociaciones y que podrán tener problemas de financiamiento. En marzo, Grecia debe pagar 1.600 millones de euros al FMI, en julio, 3.500 millones de euros al BCE, y otros 3.200 millones en agosto al mismo banco.
El Primer Ministro cuenta todavía con el impulso del triunfo electoral, pero si no logra dar la impresión de que la situación económica mejora, vendrán las recriminaciones.
Serán meses complejos para Atenas, las decisiones del gobierno estarán en la mira de los europeos y en la de los griegos que quieren ver más oportunidades de que su país crezca y pueda ofrecerles mejores expectativas. Será, también, un aleccionador escenario para los movimientos populistas europeos, como Podemos en España, o el Frente Nacional francés, los cuales abrazaron las consignas del partido de Tsipras como un modelo para seguir en sus países.