La gente suele llegar de vacaciones con cara sonriente y aspecto descansado. No será así este año, porque nunca habíamos tenido un verano con los ánimos tan crispados. ¿Por qué tanto malhumor? La causa es la corrupción o, al menos, diversas irregularidades en materia económica, que ponen en duda la calidad de nuestra política. De hecho, en estos días la Contraloría ha detectado numerosas anomalías en los gobiernos regionales: dietas sin justificación, gastos poco claros y desvíos de los fondos públicos que sin bien no son millonarios, constituyen una suerte de robo hormiga que va dejando anémicas las arcas estatales.
Como los enojos y las malas caras no sirven de mucho, mejor es preguntarnos cuáles son los posibles focos de corrupción y qué podemos hacer con ellos.
¿Dónde está la corrupción en Chile? En los últimos meses se ha hablado mucho de las irregularidades de los privados, pero el mundo público no es invulnerable. ¿O tenemos que pensar que no se emiten boletas a servicios públicos y municipalidades para financiar campañas políticas?
Años atrás, un funcionario corrupto daba una pista importante cuando decía: "No me den puestos vistosos, simplemente pónganme donde pase mucha plata, que algo quedará". La clave es, entonces, identificar esos puntos de intersección por donde transitan altas sumas de dinero, y estar atentos.
Dejemos de lado, por esta vez, al gobierno central y veamos algunos ejemplos de zonas vulnerables a la corrupción. En primer lugar, hay mucha plata en las intendencias. Aquí el punto débil, más que los intendentes mismos, son los consejeros regionales, esos cores que hemos elegido un tanto a ciegas. Como ellos tienen que aprobar cada proyecto individualmente, la posibilidad de que cualquiera se quede con una tajadita está al alcance de la mano. Resulta imposible fiscalizar a una multitud de ignotos consejeros regionales en una infinidad de pequeños proyectos.
Es más, aunque la mayoría son personas honradas, no faltan los que toman la iniciativa, van a una junta de vecinos y dicen: "¿Por qué no presentan un proyecto para pedir financiamiento con cargo a los fondos regionales? No se preocupen, yo lo hago". Naturalmente, solo una parte llega a los vecinos: más pequeña cuanto menor sea su cultura, porque la gente que más necesita el dinero suele tener menos posibilidades de darse cuenta de que está siendo burlada.
Urge modificar la ley, de modo que esos fondos para cultura, deporte y seguridad ciudadana pasen a depender de las municipalidades, y las intendencias se concentren en los proyectos de mayor envergadura económica. No tiene sentido que el gobierno regional de Valparaíso esté decidiendo la asignación de dos millones de pesos a un campeonato de fútbol para jubilados en Petorca. Eso es centralismo.
También pasa mucho dinero por las municipalidades. No necesito hablar de las direcciones de obras, que son una constante fuente de tentación. Para los alcaldes, una forma muy directa de hacer dinero fácil tiene que ver con las paletas publicitarias. A algunos alcaldes "se les olvida" cobrar esos derechos. A cambio de su mala memoria, pueden obtener varios meses de publicidad gratuita en época de elecciones. Todos ganan, pierde Chile.
Asimismo, es frecuente que la basura huela a podrido. Si en una comuna hay vertederos ilegales, cabe apostar que alguien está haciendo la vista gorda, y que en ese caso se cumple lo que dicen algunos desenfadados: "Lo más limpio en el negocio de la basura... es la basura".
Otra fuente de corrupción, menos escandalosa y generalmente aceptada, está dada por los regalos. La Ley del lobby ha significado un progreso en la materia, pero no basta con conocer la lista de donantes. Los regalos que no tienen justificación clara deberían devolverse. Ahora bien, ¿quién ha oído que en Chile se devuelva un regalo?
En todo caso, la experiencia de otros países muestra que el mayor peligro, en materia de corrupción, no son los funcionarios públicos deshonestos. Lo más grave es que haya ciudadanos que, por evitarse un mal rato, callen ante las irregularidades de que son testigos. Funcionarios corruptos habrá siempre, pero mientras existan personas que los denuncien el país estará a salvo. En cambio, si como sucedió en Argentina se difunde la cultura del "no te metás", "no te hagás problemas", de nada servirán contralorías, jueces o fiscales: la semilla de maldad estará sembrada, y solo faltará el paso del tiempo para que se transforme en una hiedra agobiante que todo lo abarca.