Milena o el fémur más bello del mundo , de Jorge Zepeda Patterson, obtuvo merecidamente el último premio Planeta y, en general, entretiene, posee suspenso y aunque el estilo sea un poco cargante, olvidamos muy luego esas falencias al sumergirnos en un texto que recurre, en forma sabia, a un método que nunca falla en este tipo de novelas: sumar acción a la acción para pasar enseguida a nuevos incidentes, cada vez más inesperados, de modo que el libro produce adicción de comienzo a fin, un logro notable en los días que corren.
Los hechos de Milena... transcurren en Croacia, Marbella, en la Costa del Sol española y casi siempre en Ciudad de México. Zepeda, quien es economista, sociólogo y un importante columnista de medios internacionales, sabe de lo que está hablando cuando desentierra una tupida madeja de corrupción, tráfico de influencias, ominosas maquinaciones del poder público al exponernos la vida de una muchacha que es secuestrada por los conglomerados de la trata de blancas y el comercio sexual, los que, a su vez, forman directorios entrelazados con carteles de la droga, altos y todopoderosos funcionarios de gobierno, empresas dedicadas al lavado de dinero y otras que, pese a sus fachadas impolutas, ocultan inconfesables designios. La cronología de cada aventura, inserta en capítulos titulados por los nombres de quienes participan, corresponde al presente, o sea, el año 2014, remontándose ocasionalmente a fechas anteriores del pasado lustro; este aspecto, a saber, que se nos está narrando el aquí y el ahora, es uno de los mejores atributos del volumen.
La huida de Milena, protagonista de la trama, desencadena una serie de acontecimientos de creciente violencia, en los que participan principalmente Amelia, líder de un grupo de izquierda; Tomás, recién nombrado director de "El Mundo", el diario más importante de la capital azteca; Claudia, su propietaria; Jaime, dueño de una firma de seguridad; los jóvenes Rina, Luis y Vidal y algunos más, quienes, al principio por razones humanitarias y luego por motivos estratégicos, unen su destino con el de la bellísima y muy inteligente ex prostituta, que mantiene un cuaderno con datos demasiado comprometedores para dignatarios a los que conoció durante su horrendo periplo como rehén de las mafias rusas en la provincia de Málaga.
Resumir Milena... es una tarea punto menos que imposible dado el incesante flujo de información que nos provee Zepeda y la forma acumulativa en que se va construyendo la historia, aparentemente harto enroscada, pero en el fondo muy sencilla en dos características fundamentales, que si no revelan una pericia literaria refinada, demuestran que Zepeda procura, sobre todo, despertar nuestra atención y, para ser francos, lo consigue a cabalidad. La primera de ellas dice relación con los personajes y revela cierto simplismo: o son buenos o son malos. Si se encuentran en la primera posición, su generosidad y arrojo para fines nobles no tiene límites. Y si están en la segunda categoría, su maldad es inconcebible. La segunda perspectiva que define a Milena... , de carácter extraliterario, nos pone en un brete al momento de calificar la obra: a pesar de que Zepeda no tiene escrúpulos para describir el salvajismo de las organizaciones multinacionales dedicadas a cometer delitos gravísimos, su objetivo final no es denunciar a los facinerosos, sino a la nueva peste del siglo XXI.
Ese flagelo se llama clase política y en Milena... nadie se salva. En comparación con las cabezas de partidos, los primeros mandatarios o burócratas estatales claves, resulta que los sicarios y los zares del comercio de estupefacientes son niños de pecho. La descomposición sin paliativos, el cinismo descarado, la ambición desenfrenada de quienes detentan elevados cargos, recae sobre personas que en lugar de cumplir con decencia sus trabajos lucran sin medida y carecen de miramientos para disponer la muerte de cualquiera que se les ponga por delante. Estamos, por cierto, ante una visión muy controvertible de lo que es la sociedad moderna; aun así, Zepeda se las arregla para que creamos en las diatribas que, a cada rato, lanza en contra de los potentados, por más que se trate de una visión demasiado en blanco y negro, quizá inclusive infantil en ese afán fóbico por exhibir pura depravación, sin salida posible para idealistas o gente que solo desea hacer las cosas bien y no sentirse culpables.
Milena... en cualquier caso, es una buena intriga y si su autor incurre en exageraciones ellas no impiden disfrutar de este atrapante relato.