Un apreciado amigo y aficionado, de vuelta en el país tras unos meses de viaje, me pregunta: "¿A qué hechos te referías en tu última columna?". Le contesté con una pregunta: "¿No viste la prensa chilena por internet durante tu estancia europea?". Contestó que no, que su viaje fue de intenso trabajo y tuvo tiempo solo para preparar sus temas.
De modo que le pedí que buscase las ediciones anteriores de los periódicos chilenos y leyera las columnas de distintos periodistas de deportes. Le advertí: "Verás que son varios -incluido el suscrito- los que han destacado hechos puntuales que atacan al fenómeno de descuido, por decirlo suavemente, que campea en la dirección del fútbol". Lo que hacía mi escrito era describir el fenómeno, y su trascendencia, desde un punto de vista global, general.
Y corresponde ahora decir que las aristas que aparecen en la geometría administrativa del fútbol no son exclusivas ni diferenciadoras, sino que se insertan en un estado de cosas penosamente social.
Por ejemplo, la conveniencia de que los dirigentes deban hacer una declaración de sus bienes al momento de asumir cargos en los que manejarán inmensas cantidades de dinero es señalada por la prensa y se la recibe con la más absoluta indiferencia y con silencio total. Y aunque ahora, además, recibirán un sueldo por manejar esas cantidades.
Pues bien, el silencio absoluto de las dirigencias, el absoluto desprecio por cualquier escrutinio, no es privativo del fútbol, y hoy lo usan hasta presidentes y presidentas alrededor del mundo. Actúan como reyes y reinas.
Y en el capítulo de la declaración de bienes, tampoco el fútbol tiene la exclusividad. El caso Dávalos es un ejemplo demasiado cercano y doloroso al respecto, considerando que presentó la suya con extraordinario atraso y que la misma parece, al menos, frágil.
Otro ejemplo está en la violencia en los estadios. Queda claro que la dirigencia no ha resuelto este tema.
¿Por qué? Básicamente, creo, porque tienen miedo. Hubo un momento en que dirigentes -que hasta parecían honrados- les dieron a los barrabravas carta de ciudadanía en la república del fútbol. Les pusieron hasta escuelas del delito, los defendieron de la crítica ciudadana y los usaron como amedrentadores de sus adversarios en las elecciones internas.
Ahora bien, ¿acaso en nuestra atormentada sociedad nacional no advertimos el mismo temor ante la delincuencia? (Es la misma delincuencia que actúa en los estadios del fútbol). Sabemos que hay sectores de las ciudades donde ni las policías se atreven a entrar. Tal como sabemos que las policías suelen ser infiltradas (porque deben ser infiltrados los que cometen asaltos, trafican, chantajean y otras cosas con uniformes y placas).
Naturalmente, no puede aceptarse que "mal de muchos consuelo de dirigentes", y lo apuntado aquí es solo para señalar otra arista del fenómeno.