El "Hombre de Chuquicamata" es un minero muerto en su galería de trabajo y hallado en 1899. Un análisis de carbono 14 indicó que ese individuo llevaba allí 1.500 años. Quedó atrapado porque se derrumbó la parte anterior de esa galería, sin tocarlo a él: tal como les ocurrió a los 33 de la mina San José. Su cuerpo está intacto puesto que el cadáver no se descompuso. Fue hallado con sus herramientas y en posición de trabajo.
Después de algunos avatares, terminó en el Museo de Historia Natural de Nueva York, donde se lo exhibe hoy. El modo de exponerlo apunta a preservarlo en las mejores condiciones y a reproducir el medio en el que trabajaba. Sin embargo, su ubicación, semisumergido para evocar lo subterráneo, y la iluminación cenital que se refleja en el vidrio que lo protege no permiten apreciarlo bien. Además, se ubica como una pieza más en la vasta sala que comprende a todos los pueblos sudamericanos, lo que le resta visibilidad.
Es el único hombre intacto y completo que se conoce de tan antiguo, exhibido en medio de numerosísimos objetos materiales dejados por otros individuos de diversos tiempos y lugares. No es una pieza más de la colección, sino un hombre real, concreto y trabajando, como todos los demás que produjeron las piezas de aquel museo y que solo podemos evocar con la imaginación. Constituye un caso rarísimo. La explicación facilista que lo acompaña elude la complejidad del problema que plantea: no está momificado, no estuvo tampoco en frío. ¿Cómo se conservó perfecto? Un enigma del cual la ciencia no se ha hecho cargo.
Para Chile debería ser un tema trascendente. El cobre domina la discusión política en base a generalidades y tergiversaciones, mientras que la mayor parte de la población continúa ignorando hasta qué punto dependemos de este metal. La Enami (estatal), la Sonami (privada) y las universidades estatales de las regiones cupríferas no han hecho nada al respecto.
Ahora que se habla de las propiedades bactericidas del cobre, entre otros de sus aportes positivos, este caso debería constituir en nuestro país un acicate para definir y orientar múltiples investigaciones y la formación de científicos. ¿Pueden llegar hasta tal punto sus benéficos efectos que la sola presencia de una veta de alta ley, en medio de una cavidad estrecha, pueda preservar incorrupto el cuerpo de una persona? No son pocas ni carentes de significación las preguntas que surgen de este caso. Agucemos nuestra curiosidad y afán de investigar asuntos significativos.