Señor Director:
En relación con las respuestas de los doctores
Illanes y
Arraztoa a mi carta del 24 de enero, intentaré educar al lector en aspectos básicos del desarrollo embrionario, para que de manera informada puedan discernir si el embrión es o no persona.
En todas las especies con reproducción sexuada, con la unión de los genomas masculino y femenino en la fecundación, se genera una célula nueva, con un genoma propio, jamás visto antes. Con el tiempo, esta estructura celular crece, se diferencia y establece órganos y sistemas que son específicos. ¿Es entonces correcto suponer que desde la fecundación se es persona? La respuesta es no. Es un reduccionismo suponer que por el hecho de tener un genoma humano ya existe una persona. Los individuos de todas las especies se van generando de manera gradual y compleja hasta el nacimiento. Daré solo algunos ejemplos que demuestran que tener un genoma humano no es equivalente a ser persona. 1) En el proceso generativo de la especie humana, de 100 óvulos fecundados en la mujer, no más de 25 llegan a nacer y ser personas; el resto se pierde en diferentes etapas del desarrollo. Así, todas las personas pueden asegurar que en algún momento de su existencia fueron óvulos fecundados; pero la mayor parte (75%) de los óvulos fecundados jamás llegarán a ser personas. En el ratón o el cerdo, cerca de un 90% de los embriones llegan a nacer. 2) Un óvulo fecundado puede iniciar su desarrollo como embrión y transformarse en un cáncer (Coriocarcinoma) que de no ser tratado mata a la mujer. Pues bien, ese cáncer comenzó siendo un embrión con genoma humano, pero cambió su dirección y se constituyó en un tumor, manteniendo el mismo genoma inicial. 3) Los gemelos idénticos e incluso los siameses comienzan como un solo embrión que luego se divide en dos. Ambos embriones comparten el mismo genoma, pero si logran nacer, son dos personas diferentes, con derechos y deberes independientes, a pesar de tener el mismo genoma. Los siameses además comparten órganos, y su separación genera dolor, pues a pesar de compartir el mismo genoma y ciertos órganos, si tienen dos cabezas, son personas diferentes. Estos ejemplos y muchos otros permiten sustentar que las personas somos más que simples genomas y nuestros derechos los adquirimos también de manera gradual.
No es lo mismo un embrión de ocho semanas que un feto pronto a nacer o un bebé; y no debiera superponerse el cuidado debido al embrión a los derechos de las personas nacidas, en este caso, las mujeres.
Espero que estos ejemplos estimulen al lector a profundizar su conocimiento y, con ello, a tomar decisiones informadas.
Dr. Fernando Zegers HochschildDirector del Programa de Ética y Políticas Públicas en Reproducción Humana, UDP