Colaboración del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, en la Sala Matta de nuestro principal museo se presenta una visión bastante completa del pintor cubano-chileno Mario Carreño (1913-1999). En general puede decirse que su evolución creadora se halla marcada por una voluntad férrea de domeñar exuberancias caribeñas y su carnalidad corpórea. Lleva a cabo la empresa de acuerdo a influencias sucesivas. Así, según las fechas aportadas por esta retrospectiva, tenemos primero, a partir de 1940, el paradigma compositivo del Renacimiento con su clasicismo argumental, la amplitud espacial del muralismo mexicano y las acumulaciones de personajes. Tres novedosos cuadros provenientes de Cuba lo ejemplifican. Alcanza esta especie de mestizaje su punto más alto en "Descubrimiento de las Antillas", donde el dinamismo y la gracia ingenua de la tríada de mujeres autóctonas emergida desde el mar armonizan, un tanto simbólicamente, con las tres carabelas extranjeras. Si 1941 muestra una "Naturaleza muerta" de asomos surrealistas -Tanguy-, 1947 deja ver la más perdurable concurrencia de Picasso, el cubismo y de una factura ahora plana. Anotemos así los hermosos "Trío", "Figura alada" (1948) y "Papalotes" (1950), en el que se divisa a Miró.
El abandono de la figura humana reconocible empieza rápido en 1952 -"Bajo el sol"- hasta llegar a la abstracción pura y la geometría plena, que menguan por entero cualquier manifestación de pujanza tropical. Definía el propio artista este período como gramática para su lenguaje, tratando -idealísticamente (sic)- de restablecer el orden perdido. De entonces brillan sobre todo dos pinturas espléndidas: el monumental, el bello "Gran mural" -de colores más apagados- y "Tríptico", secuencia en negro profundo, blanco grisáceo, naranja rebajado y cuya movilidad interna algo posee de cinético. Destaquemos asimismo "Tensión espacial" e "Imágenes del comienzo", particularmente hermoso. Probablemente, en este período Carreño alcanza la culminación de su obra.
A continuación irrumpe el retorno figurativo y el efecto volumétrico, ahora bajo los cánones de un surrealismo capaz de sintetizar con maestría el entorno cubano -al que suma pequeñas naturalezas muertas- y la plenitud de la anatomía femenina, aunque esta sin individualidad y convertida en una especie de robot o maniquí. Están "La guitarrista solitaria" (1972) y "El sueño" (1973), ante todo. Podría considerarse una bifurcación de esta misma etapa el tema del hacinamiento de cuerpos humanos, cercenados dentro de un panorama que alude a la geografía chilena. Si bien ya aparecido en 1968, cierto aire monumental impregna la explosión de corporeidades con consistencia de cerámica; por ejemplo "La caída de los grandes mitos" (1976) y "Mascarón de proa en rojo" (1980), en menor escala. Desde mediados de los 80, retoma el pintor iconografía y recuerdos habaneros: "Mujeres y caracolas", con evocación de Picasso, y "Mujeres en la selva tropical", que remite a sus protagonistas de los 70. Es menester notar que la luminosidad de estos cuadros resulta una constante dentro de su producción entera.
El detalle sagaz
Galería Ekho Art Company contribuye a refrescar el verano con la obra de los años 80 de Julio Donoso. Siguiendo la tradición de los grandes fotógrafos, sus láminas en blanco y negro nos entregan visiones sobre todo londinenses y parisinas. En ellas deja ver su talento para captar el pequeño detalle significativo que da carácter peculiar a sus bien compuestas instantáneas. De ese modo, no se le escapa el instante pintoresco, el gesto insólito o que retrata el ánimo de su protagonista. Destaquemos los mejores momentos: en plena reunión hípica del elegante Ascot, vemos ya el bostezo que quiebra la rigidez de los guardias que esperan a la princesa Diana; ya la mirada maliciosa de esta, al pasar junto al grupo de jóvenes lacayos; ya los diferentes sombreros masculinos que marcan los planos de perspectiva; ya la sonrisa esperanzada del viejo con su cartilla de apuestas.
Las fotografías de vedettes en el Moulin Rouge, en cambio, resultan más convencionales. Sin embargo, se impone entre ellas el casi dramático intimismo de "La despedida entre bambalinas". Si la hermosa sucesión de niños que conduce nuestra vista hasta los confines del Parque de Luxemburgo nevado se ofrece plena de naturalidad, llama la atención, por lo artificial e insólita, la escena con modelos en el parque santiaguino de viña Cousiño.
"Universo Carreño"
Lugar: Museo Nacional de Bellas Artes, Sala Matta
"B/W"
Fotografías de Julio Donoso.
Lugar: Galería Ekho