Suele ocurrir en los meses de enero que el clima santiaguino dista mucho del que disfrutan los veraneantes en playas y lagos. Esta vez, mientras el mundo político sigue -con alarma o entusiasmo, según el caso- la inexorable marcha de la retroexcavadora gubernamental y las complicadas vicisitudes del principal partido de oposición, el mundo económico observa con preocupación el giro que están tomando los mercados internacionales.
La economía mundial goza de buena salud. Estados Unidos se recupera con fuerza y el Presidente Obama ha proclamado ya superada la Gran Recesión y sus secuelas. Si bien Europa sigue limitada por sus falencias estructurales, maniatada por su régimen de moneda única y con un intolerable desempleo, el Banco Central Europeo acaba de anunciar una masiva y conveniente inyección de liquidez. China ha moderado su actividad deliberadamente, porque está procurando un ritmo más sostenible a futuro. India y otros países asiáticos marchan bien.
El derrumbe del precio del petróleo es una sensacional victoria de las fuerzas de la competencia sobre el monopolio de la OPEP. Es cierto que daña a los países petroleros más desordenados -Rusia y Venezuela están al borde del barranco- y que Colombia y México verán perjudicadas sus finanzas públicas, pero a nivel global el derrumbe del petróleo indiscutiblemente significa un vigoroso impulso reactivador, porque aumenta el poder adquisitivo de los consumidores y rebaja los costos de una gran variedad de productos.
Chile resulta particularmente beneficiado por el petróleo barato. Por supuesto que los ahorros de US$ 7.500 millones a los que aludió el ministro de Hacienda, Alberto Arenas, son una exageración. Pero tiene razón en que, por ahora, las condiciones mundiales nos favorecen. ¿Qué temen entonces los mercados, que mantienen a la bolsa plana y suben el dólar a 625 pesos?
El programa legislativo del Gobierno está causando desconfianza entre los inversionistas. Ello resulta particularmente dañino cuando, producto del fortalecimiento internacional del dólar norteamericano, los precios de las materias primas parecen haber iniciado un ciclo descendente. La libra de cobre ya se cotiza en cerca de 2,5 dólares, casi 20% bajo lo previsto. Con políticas favorables al emprendimiento, habría que alentar a que la agricultura y la industria reemplacen el dinamismo de la minería.
Chile cuenta con reservas y ahorros suficientes para un período de vacas flacas, pero bajo el actual precio del cobre -y sin perjuicio de la disminución de sus costos-, las utilidades de Codelco y de las mineras privadas se vendrían abajo. El presupuesto fiscal, elaborado bajo un escenario mejor, exhibiría en 2015 un elevado déficit, del orden del 3% del PIB. Hacia los años venideros será necesario refrenar el voraz apetito de gasto público hoy reinante. ¿Seremos capaces?