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Domingo 25 de enero de 2015
Encíclica "Ad Beatissimi Apostolorum" de Benedicto XV
22 de enero de 1915
A los pocos días de estallar la Primera Guerra Mundial falleció el Papa Pío X y asumió Benedicto XV -de nombre secular Giacomo della Chiesa y antes arzobispo de Bolonia-, quien mostró una extrema preocupación por el conflicto. Sus reflexiones las plasmó en su primera carta apostólica, en noviembre de 1914, cuyos contenidos fueron traducidos especialmente para "El Mercurio" y publicados a partir del 22 de enero de 1915.
Como continuador de la política de su antecesor, el nuevo Pontífice proclamó la neutralidad de la Santa Sede, divulgando propuestas de paz que fueron rechazadas. "Delante de los desastrosos acontecimientos que contemplamos predomina la miserable condición de la sociedad civilizada (...). El espectáculo que presenta la Europa, y con ella todo el mundo, es el más negro y, tal vez, el más luctuoso en la historia de los tiempos".
Benedicto XV profundizaba: "¿De qué admirarse si naciones grandes y florecientes están en el campo de batalla favorecidas de aquellos horribles medios que el progreso militar ha inventado y se pelean en gigantesca carnicería? No existe ningún límite a la ruina y a la miseria, ninguno a los estragos de cada día ni a que la tierra se manche de sangre".
Entre las consecuencias del enfrentamiento, se refería a que junto a los combates "se multiplican en forma extraordinaria las legiones de viudas y de huérfanos que languidecen, además de las comunicaciones y comercios interrumpidos, las campiñas abandonadas, las artes suspendidas, los pobres en la desolación (...)".
Concluía que "nunca se han tratado los hombres menos fraternalmente que ahora. En extremo crueles son los odios engendrados por la diferencia de razas; más que por las fronteras, los pueblos están divididos por mutuos rencores: en el seno de una misma nación y entre las murallas de una misma ciudad, se inflaman de mutuo odio las clases sociales, y las relaciones se regulan por el egoísmo transformado en ley suprema".
Finalmente, se leían los alcances del llamado a la concordia que realizó Benedicto XV. "¡Ojalá nos conceda Dios misericordioso la voz anunciadora de la paz y la escuchen quienes tienen en sus manos el destino de los pueblos! Seguramente que hay otros caminos. Vayan por ellos, deponiendo las armas, con recta conciencia y sincera voluntad".