Decir que Colo Colo está en crisis es exagerado, desproporcionado y alarmista. Pero hay un hecho objetivo que pesa: la U perdió siete puntos para ser campeón en el torneo pasado. Y los albos, en dos partidos, ya perdieron seis.
Sacar conclusiones después de las dos derrotas iniciales puede ser un ejercicio vano y erróneo, sobre todo porque el plantel de Tapia está conformado por gente grande, experimentada y madura, que sabrá sobreponerse a este comienzo.
Pero es más que evidente que el planteamiento actual del Cacique es desequilibrado y lo expone malamente en materia defensiva. Teniendo a Barroso y un funcionamiento aceitado, es posible tomar los riesgos a los que acostumbra Héctor Tapia. Pero desplegar todo el caudal ofensivo dejando a Vilches y Maldonado como solitarios defensores los arriesga a que una inspiración como la de Villalobos los condene al fondo de la tabla.
Este equipo efectivamente propone siempre. Se solaza en su búsqueda ofensiva. Se refocila lanzando delanteros a la cancha, pero no es una maquinaria precisa para retomar posiciones, para hacer el ida y vuelta, para establecer una dinámica certera de presión en la salida rival. Tiene vocación de ataque y una incuestionable elegancia en el manejo de la pelota, pero eso no le ha servido para evitar las caídas ante Arica e Iquique, dos cuadros más cerca del fondo que del tope de la tabla.
Y eso, que ya es preocupante para el torneo local, se abre como un temible fantasma de cara a la Copa Libertadores, donde el aprovechamiento de los espacios siempre es un arma que los rivales más pragmáticos ejecutan a la perfección.
El Colo Colo de Tapia es una suma de aspiraciones bien intencionadas. Es una idea que aún no plasma cabalmente y que espera el ajuste necesario para ser un equipo confiable.
La ausencia de Barroso ya no pudo ser resuelta para una instancia clave del torneo y el adelantamiento de Fierro y Beausejour (cuando juega) implica un ejercicio de dinámica que los volantes no pueden hacer. Por vocación o por condición física, pero para implementar ese estilo, se requiere más cobertura y más dinámica que la que pueden brindar Valdés y Esteban Pavez. Ahí faltan piernas y kilómetros recorridos, si no quieren ser cazados ingenuamente.
Hay que considerar, además, que este año nada será fácil. La expectativa internacional es alta y en el medio local, las cosas parecen aún más difíciles que en la temporada anterior. Y en una escuadra friccionada a nivel técnico-directivo, cualquier traspié puede detonar, ahora sí, un quiebre definitivo.