Mauro Zárate es chileno por ley y por sangre, en un mundo donde las fronteras, las nacionalidades y los discursos patrios son cada vez más difusos y menos importantes. Lo que debería estar en discusión no es si Mauro Zárate o Leonardo Ulloa o Miiko Albornoz o Hisham Gundapatri Machuca merecen estar en la convocatoria de Jorge Sampaoli, sino si efectivamente lo merecen.
No tiene importancia alguna, creo, si pueden entonar correctamente el himno. Ni que hayan comido arrollado huaso, mote con huesillos o curanto en hoyo. Lo que se debe evaluar es la necesidad de convocarlos y si están calificados para integrar la selección pese a su desconocimiento del medio y de sus compañeros.
En el caso que está en discusión -el de Zárate y Ulloa, dos centrodelanteros- el tema es simple: en el paladar del entrenador las alternativas se fueron diluyendo entre las lesiones (Paredes y Canales), la edad (Suazo por veterano, Castillo y Henríquez por imberbes) o el simple gusto (Pinilla, Muñoz). El debate sobre la necesidad de un referente de área mutó finalmente a los esquemas de juego de la selección y en la estadística más obvia a este equipo le faltó capacidad para concretar las oportunidades que se creó.
Habrá siempre, por supuesto, un espacio para aquellos que creen y defienden la opción exclusiva de quienes se formaron en casa, jugaron en clubes locales y saben que el animal del escudo es un huemul y no un ciervo, pero entendiendo que desde hace mucho rato hasta las federaciones más tradicionales y con historia se abrieron a acoger -por distintas vías- a quienes no nacieron en el territorio propio.
Por eso, lo que me parece más sabroso y discutible de este capítulo es si los jugadores de la Roja pueden opinar libremente. Escuché argumentos sobre un amago de motín porque Eduardo Vargas y Gary Medel cuestionaron la intención de Sampaoli, por el simple hecho de que no es resorte de los jugadores comentar sobre las nominaciones de su jefe. Un argumento bastante endeble considerando que la selección es de todos, incluyéndolos, por supuesto, a ellos.
Zárate no está haciendo goles, y ni siquiera es titular, podrán decir con razón los detractores. Pero ese argumento igual cabría, por ejemplo, para Mauricio Pinilla. O para varios que tuvieron su espacio reservado en el pasado. Y, ya como un hecho de la causa, comprobar que Sampaoli muchas veces no convocó a un nueve no porque no lo necesitara, sino sencillamente porque no encontraba alguno que le llenara plenamente el gusto.
Como esto es una cuestión de paladar y expectativas, mi deseo sería que Nicolás Castillo madurara, que Angelo Henríquez convenciera lo suficiente como para jugar en la Premier y que ambos tuvieran oportunidades más generosas que las que se les han brindado hasta el momento en las escasas convocatorias que han tenido. Ambos prometieron -en la selección sub 20 y en sus clubes chilenos- más de lo que han concretado hasta el momento, pero la juventud juega a su favor.
Y, honestamente, si es por evaluar el momento, creo que están un peldaño por sobre Mauro Zárate. Pero a la par de Leonardo Ulloa.