Al final del año, entonces, el protagonista es un chileno conocido o desconocido, que puede ser cualquiera, porque se trata de un futbolista y un ser humano, que son dos conceptos pasajeros.
Un Juan Soto de Chile.
Un chileno del pueblo y colocolino desde la pila bautismal.
Alguna vez jugando por la reserva y de preliminar, hizo cinco de cinco.
Los goles se le daban naturalmente, sobre todo rebotes, pellizcos en el área chica, zarpazos en la grande, aparecer de repente y siempre vivaz, imprevisto y un poco corvado.
Un Juan Soto.
Debutó en el Estadio Nacional y con el 9 en la espalda. Poca gente, porque la lluvia era persistente: cuatro mil personas. Green Cross el rival. A los 5, 26 y 41 minutos hizo lo que mejor sabía. Ganaron 3 por 0 y fue autor de los goles.
En una tarde de 1958 se le cumplió el sueño y como era del pueblo y debutante, lo bautizaron de nuevo: "Niño Gol".
El entrenador Fernando Riera lo guió con una frase, porque se desvivía con eso de embocar y meter goles y se le criticaba la obsesión, porque perdía demasiados y además no pensaba en los demás.
El consejo fue: "El gol no se persigue, sale".
Le hizo caso.
Estuvo en Colo Colo hasta 1962 y se fue a Talca, contratado por Rangers.
No fue feliz la partida, pero con el tiempo se olvidaron detalles y asperezas, y se secaron el rencor y la ingratitud.
Fue varias veces goleador de Colo Colo, Mejor Deportista en 1960 y en el sur lo recibieron bien, especialmente el mediocampista Helvio Porcel de Peralta, que lo alojó en su casa por un par de semanas, hasta que encontró algo definitivo en la calle 2 Norte, entre 10 y 11 Oriente.
Se reía con los dichos de Arturo Rodenack, un metro 94 y 91 kilos: "Del trabajo he oído decir que dignifica, pero también que cansa. Ya no fumo tanto. Nunca prendo dos cigarrillos a la vez. Siempre de a uno".
En Rangers fue tan goleador como en Colo Colo.
En su casa talquina, entre las acuarelas de la Torre Eiffel, la Fuente de Trevi y la Plaza de San Pedro, se distinguía una foto con Pelé, porque claro que estuvo en la selección.
7 de mayo de 1961, Estadio Nacional y ante más de 50 mil personas, en un amistoso preparatorio para el Mundial del 62.
Brasil 2.
Los goleadores del vencedor fueron dos estrellas negras, jugadores que ahora son estatua, leyenda y museo.
Didí y Garrincha por Brasil.
Chile 1.
El tanto del descuento cayó casi al final, porque Gilmar, el arquero, solo dejó pasar uno.
Lo convirtió un chileno de a pie y del pueblo llano.
Ese hombre que se gana la vida con la pelota y la red en 1958, 1961 o 2015.
Algunos son del siglo pasado y otros están naciendo.
Es la memoria chilena.
Compatriotas sin estatua ni museo ni leyenda.
Un Juan Soto de Chile.