No son pocos los puntos de contacto entre "Hansel y Gretel", estrenado recién, y "Mi vida es mía", que ofreció también el GAM en mayo recién pasado. Ambos son primeros trabajos en la dramaturgia y dirección, en este caso del actor Francisco Celhay (en el otro, una actriz); que buscan satisfacer a un espectador no adulto; y destacan sobre todo por su cuidado nivel de producción y atractiva estética visual (los dos duran además una hora).
Lástima que su similitud se extienda a sus desventajas: el concepto general de la obra es bastante incierto y nunca define si su público objetivo es el infantil o el adolescente; amén de que la historia luce algo confusa.
Y no porque el conocido cuento de hadas que vierte -uno de los relatos tradicionales europeos que recogieron y fijaron los hermanos Grimm- tenga abundantes giros crueles y hasta terroríficos, sino porque algunos de los elementos agregados serán de seguro incomprensibles para niños muy chicos; por ejemplo, la referencia a "La quimera del oro" de Chaplin en el delirio del hambre, y peor aún, la idea de presentar al padre de los hermanitos como un jorobado, una alusión más arbitraria aún que da una impresión nada de risible y contradictoria con el valor del personaje.
Apropiándose del mismo procedimiento que usa Teatro Cinema ("Sin sangre"), la narración se presenta como si fuera una película en vivo. La acción ocurre en una pantalla recortada, con los cuatro actores evolucionando en el espacio entre dos telones. En el de más adelante se proyectan bonitas animaciones digitales, y en el posterior, fondos escenográficos que permiten rápidos cambios de ambientación (a veces en movimiento, simulando un 'travelling').
Para ser una ópera prima, el conjunto no está mal. Aunque la falta de originalidad técnica no es lo peor, sino el hecho de que como el resultado se quiere identificar al lenguaje del cine, debería descansar más que nada en la imagen. Por el contrario, los personajes hablan y hablan, no pocas veces repiten lo que ya se dijo, o explican y comentan lo que ya vimos. Los dibujos proyectados también tienden a reiterarse. Además, la gráfica mezcla imágenes tenebrosas e inquietantes con otras colorinches, almibaradas o francamente kitsch . La misma falta de unidad de estilo visual afecta el vestuario. En tanto, las actuaciones satisfacen apenas.
GAM. Viernes, sábado y domingo a las 16 y 19 horas, hasta el 28 de diciembre. Entrada: $ 6.000 general, $3.000 niños.