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Cartas
Jueves 25 de diciembre de 2014
Selección escolar
Señor Director:
El reciente debate sobre selección escolar trata de manera indistinta al menos tres problemas muy diversos.
El primero es la selección individual de alumnos a partir de su rendimiento futuro. La justicia de este tipo de procedimientos plantea serias dudas, y se puede afirmar con razonable certeza que, usados masivamente, generan desigualdades injustas y distorsionan los índices de rendimiento académico: que un colegio que selecciona de este modo tenga mejor puntaje Simce que otros no significa nada respecto de la calidad de su docencia.
Un segundo problema totalmente distinto es el de la segmentación por nivel de ingresos. El tema se había mantenido aparte, pero recientes contribuciones al debate relativas a los colegios particulares pagados católicos han generado una cierta confusión. Esta segmentación es muy problemática, pero resulta al menos dudoso que el Estado pueda prohibir a las familias contribuir con sus propios recursos a una educación que les corresponde sobre todo a ellas. Cualquier solución política debe respetar este principio.
En rigor, las inquietudes manifestadas días atrás por ex alumnos de colegios particulares pagados católicos deberían dirigirse a sus padres, que eligieron esos colegios, no a quienes los dirigen ni menos al Estado, porque un colegio es sobre todo una comunidad de familias que comparten una idea de educación.
Y esto nos lleva al tercer aspecto que se confunde en la discusión: la admisión por proyecto educativo. Una comunidad escolar tiene todo el derecho a asegurarse de que sus miembros efectivamente suscriban ese proyecto de palabra y de obra. Negárselo implica reducir la escuela a una empresa que ofrece un servicio o vende un producto; una especie de supermercado de conocimientos y habilidades que no puede negarlos a quien afirme quererlos. Este mercantilismo oculto es el aspecto más grave de la reforma en discusión. Podemos discutir si Dios selecciona o no; pero no cabe duda de que, tal como lo afirma la Iglesia en su magisterio, las familias tienen el derecho y el deber de hacerlo.
Gonzalo Letelier
Profesor Universidad de los Andes