Señor Director:
Me alegro de que Juan de Dios Ortúzar esté de acuerdo
en su carta de ayer en que lo prioritario en la política de transporte es que el usuario escoja libremente y que la autoridad se preocupe de que los precios que este enfrente reflejen todos los costos. Al parecer, nuestra diferencia es que yo abogo por la necesidad de contar con más vialidad estructurante y expresa en Santiago. Evidentemente que las vías urbanas deben estar bien diseñadas en sus distintos niveles: calles locales arboladas para el acceso a las propiedades, vías estructurantes para el tráfico intercomunal y vías expresas para los grandes flujos de larga distancia. Esto permite mejor eficiencia, equidad y calidad ambiental, además de reducir los accidentes.
Debemos mirar a las grandes urbes europeas y no a Seúl como ejemplos a seguir de vialidad estructurante, tal como París con sus grandes bulevares o Barcelona con sus grandes vías, las cuales demuestran que es perfectamente compatible el tráfico vehicular con el peatonal, ya que las velocidades de estas avenidas son relativamente lentas con semáforos y pasos peatonales. Estas vías son de mucho mayor magnitud que lo propuesto para la Costanera Sur y no segregan a estas ciudades. Hay que recordar que la proporción del espacio urbano destinado a vialidad en estas ciudades sobrepasa el 30%, muy superior al caso de Santiago.
Las vías expresas también son necesarias para el tráfico de pasajeros y carga de larga distancia. Así, París cuenta con su autopista periférica y con una orbital (Franciliene) y numerosas vías rápidas. También Barcelona tiene sus "rondas" que han reducido la congestión en las vías locales. ¿Qué pasaría si Santiago no tuviese la Autopista Central o la Costanera Norte cuando cada una de ellas lleva alrededor de 100 mil vehículos diarios? El caos sería enorme y la congestión en las vías locales sería insoportable. Un ejemplo que demuestra que las autopistas pueden tener un buen diseño es el caso de la Costanera Norte, la cual no interfiere en las áreas centrales, consiguiendo aumentar las áreas verdes y mejorar el borde del río Mapocho.
Finalmente, es fantasioso describir como parques a los jardines que se plantaron hace poco tiempo en el espacio reservado para la Costanera Sur. Las pocas plantas, arbustos y pequeños árboles existentes que se verían afectados pueden ser perfectamente trasplantados a las nuevas áreas verdes que el Plan de Vitacura propone. Ojalá que el municipio logre conseguir el máximo espacio para los nuevos parques sin interferir en el caudal del río.
Marcial EcheniqueUniversidad de Cambridge