Carlos Peña dedicó su pasada
columna a mi discurso en Enade. No me sorprende. El discurso sigue dando que hablar, y Peña, que tiene sentido de la oportunidad, brincó otra vez ágil sobre el caballo puntero, que es el que obsequia protagonismo. ¿Qué dice allí Peña? En lo grueso, critica mi inquietud por el deterioro del debate político, tachándolo de subjetivo; lanza a la pasada un puntapié a mi novela "Detrás del Muro", la más leída hoy en Chile, y ataca mi condena a la violación de derechos humanos en la comunista RDA, país en el que viví cuatro años y que él ha de conocer de enciclopedias.
Notable que un rector universitario critique a un escritor por emplear la subjetividad al hablar de su país. ¿Sabrá Peña que a los escritores los invitan a exponer precisamente desde su perspectiva? ¿Y sabrá que subjetivo no es sinónimo de fantasioso? ¿Podrá explicárselo su decana de letras, por favor? ¿O creerá Peña que Enade me invitó para que yo hablara como ingeniero comercial o abogado constitucionalista?
Peña me acusa de ser subjetivo por comparar la polarización política actual con el ambiente que vivimos en la UP. Le parece una desmesura mi diagnóstico e injustificado mi llamado a recobrar el diálogo cívico. ¿Habrá leído Peña las declaraciones de septiembre de la madre de la Presidenta, en el sentido de que la actual situación le recuerda la última etapa del gobierno de Allende? ¿Le habrá enviado reprimenda a Ángela Jeria por ese "subjetivismo"? ¿Se habrá enterado Peña de la reciente alerta de los ex presidentes Piñera y Lagos sobre la crispación nacional? ¿Habrá escuchado que en Enade la Presidenta llamó precisamente a cuidar las formas en democracia? ¿Será desmesurada Jeria, y subjetivos Piñera, Lagos y Bachelet? ¿O será Peña el "subjetivo" y desmesurado?
El rector (que en su columna lega a la posteridad este kitsch de telenovela sensiblera: "tal como Ampuero sin duda lo soñó, revelando a sí mismo sus más ocultos anhelos") me llama a callar frente a la RDA. Cree que quien vivió bajo una dictadura comunista no puede criticarla para el resto de su vida por ¡"pudor"! Con este insólito principio, que confunde pudor con complicidad, Peña arroja por el despeñadero toda cultura democrática y permite justificar a toda dictadura, incluso a las de Auschwitz y el gulag. ¿Por qué? Porque basta con que alguien reciba un beneficio de alguna dictadura para poder callar o tener que callar per secula seculorum sobre ella. Esa es la peligrosa moral que predica Peña con su principio. Peña debería saber que esa visión canina de la persona no conduce a la libertad. Insisto: urge una política de Estado que obligue a los presidentes de Chile a condenar dictaduras pardas y rojas, y a decir que ni los favores de ellas recibidos las justifican.
Pero hay otra notable contribución literaria en la columna de Peña: "Uno de los momentos más aplaudidos de su intervención (de Ampuero) se produjo cuando reclamó por el hecho de que la Presidenta Bachelet no condenó 'la dictadura alemana bajo la que también vivió'". Lo dice Peña. Curioso: mi discurso nunca fue interrumpido por aplauso alguno. Es más, no hubo aplausos. Solo al final una ovación, como puede comprobarlo quien entre a http://youtu.be/eq2G-iS4I2k . El rector falta a la verdad: no hubo aplausos durante mi discurso; por el contrario, reinó el silencio.
¿De dónde y con qué fin inventó Peña los "momentos más aplaudidos"? Ojalá explique por qué tuerce la verdad. Solo puede deberse a que no vio mi presentación ni en vivo ni en video y que, si la leyó, lo hizo a la diabla, como el tenso jinete que, cabalgando a pelo, va más preocupado de aferrarse al lomo que de divisar la meta. Una lectura mínimamente responsable de mi texto, mínimamente responsable como para escribir, digo yo, una columna en un medio prestigioso, no tropezaría jamás con esos aplausos. ¿O tal vez Peña, mientras me leía, sintió deseos irrefrenables de aplaudirme y, en una proyección freudiana, terminó por atribuirlos al empresariado?
La invención de Peña permite suponer que se enteró de oídas de mis palabras, o que alguien, que le merece confianza, le resumió (mal) mi discurso y le sugirió "ablandarme". Es una suposición plausible. Conviene que Peña explique si esa persona, influyente para la gestación de sus textos, está en el Gobierno, un partido de la Nueva Mayoría, una tenebrosa agrupación de país socialista extinto o existente, o en su rectoría, o si habita solo en su fantasía, lo que sería una contradicción en sí misma, un monumento a la subjetividad levantado por alguien que no parece apreciarla en exceso.
Peña les debe una explicación a sus lectores. No a mí. A sus lectores. Ante mí perdió credibilidad. Manipular pruebas para condenar a alguien simplemente no se hace. En Estados Unidos, un rector o columnista que haga algo semejante se vería en duros aprietos por defraudar la fe pública. No se puede fabricar evidencias con el fin de usarlas para juzgar públicamente a alguien en nombre de la virtud y la verdad. Yo, con el escaso pudor que aún me queda, según Peña, por condenar todo tipo de dictaduras, explicaba el desaguisado, pedía disculpas y renunciaba. Renunciaba al menos como columnista.
Roberto Ampuero