Puede que "Romeo prisionero", la versión 'de cámara' de "Romeo y Julieta" en cartelera con elenco totalmente masculino, parezca aquí audaz y novedosa. Pero en el extranjero no son raras tales escenificaciones de obras de Shakespeare según los usos de la época isabelina que prohibía actuar a las mujeres, con el consiguiente efecto equívoco (recordemos la maravillosa "Noche de Reyes" rusa que nos visitó en 2008).
Más inhabituales son las puestas homoeróticas derivadas de la bisexualidad que el dramaturgo manifestó en su obra. De estas hay varias en los últimos años, incluso un filme yanqui que no nos llegó ("Soldado Romeo", de 2012, en que ocho cadetes de una academia militar encarnan la historia).
En este rango, el único estreno local que se pliega al festejo mundial de los 450 años del nacimiento de Shakespeare, no escasea en interés. Más que nada por su incidencia en el debate chileno sobre no discriminación. Dirigida por Felipe Ríos, ofrece una adaptación libre y recortada a 90 minutos de la traducción de Pablo Neruda que a su vez sintetizó Fernando González para su montaje por el Teatro Itinerante en 1978.
En un escenario vacío, con solo una larga banca al fondo en que los ejecutantes se sientan a esperar su momento de actuar, doce actores jóvenes se multiplican en los 14 personajes imprescindibles de la trama. No hay travestismo ni ánimo de personificar mujeres; todos visten ternos negros con camisa blanca y conservan su identidad y gestualidad masculina, aun en los roles de Julieta y su madre. Solo los personajes del Ama y el criado Pedro se resuelven como gays estridentes (y su aire caricaturesco luce grueso y fuera de lugar). Hay ardientes besos e insinuaciones físicas, pero en general el tono sexual es muy sobrio; la escena de amor en la cama, harto púdica, se despacha apresuradamente.
Ríos, fogueado en su dominio de los recursos teatrales con proyectos de complejidad mayor como "El mago de Oz", ratifica aquí su sentido del espectáculo. Su montaje, rebosante de energía, resulta variado en las imágenes y juegos gestuales que provee, mientras avanza con fluidez a su conclusión: que el amor y el sufrir por un amor condenado, no tienen género.
La buena intención, claro, no logra disimular que la idea obliga a un forzamiento de la intriga y la verdad esencial de sus seres. Ya que Julieta, que es un joven dulce y suave, siempre habla como 'ella', se da una ingrata disociación entre lo que se ve y lo que se escucha. Como si insistiera en el viejo estereotipo machista de que el homosexual siempre es, en el fondo, una mujer frustrada. Hay además sugerencias de una relación entre Romeo y Benvolio, y de abuso sexual de Julieta por su padre. A fin de cuentas, ¿qué querrá decir el título, a qué se puede referir?
Teatro Finis Terrae. Viernes y sábado 21:00, domingo 20:00 horas hasta el 14 de diciembre. Entrada general: $8.000, estudiantes y tercera edad: $ 4.000.