Cada vez se escribe más sobre deportes en Chile. Libros, quiero decir. Hay de todos tipos y dedicados a muchos deportes. Los hay biográficos, anecdóticos, de recuerdos, históricos, de ficción, de investigación dura y datos precisos. Unos mejor escritos que otros, todos con enorme entusiasmo. En general, se trata de un aporte generoso que acompaña y alienta al desarrollo del deporte.
Por cierto, el fútbol acapara el interés mayor en los autores. Su masiva popularidad se mide en las tribunas, en las encuestas y en los libros. Y son los clubes mayores y la selección nacional quienes más libros protagonizan.
Tengo en mis manos "Los Cóndores Blancos", de Eugenio Figueroa y de Ignacio Pérez Tuesta. Ambos periodistas, ambos rondando los 40, ambos entusiastas investigadores. Y autores de una de las más notables producciones literarias futbolísticas del país.
Hace bastante tiempo -dos años, tal vez mucho más- le escuché a Figueroa su relato de impresionantes hallazgos fotográficos recogidos en Montevideo. Compartí su entusiasmo y su alegría al relatar la forma en que encontró tal o cual pieza gráfica. ¿Llegaría la aventura más allá del entusiasmo?
Llegó y está en estas 104 espléndidas páginas, lujosamente impresas, que se incorporan a nuestro patrimonio cultural.
Es, por de pronto, lo mejor que se haya publicado en material fotográfico. Cada una de las fotos que testimonian la historia es un preciado documento. No se puede decir que "acompañan al texto", sino que son constituyentes del libro. He visto fotos que nunca antes vi. El monumento recordatorio del lugar en que se marcó el primer gol del Mundial del 30 en el estadio Pocitos, hoy en pleno Montevideo, es un hallazgo para el lector chileno. Y hay mucho más.
Para llegar al Mundial de 1930, que es el motivo del libro, los autores se remontan a los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928 y enhebran la historia de la formación del seleccionado, los trabajos de Jorge Orth, el seleccionador de entonces, los detalles de la preparación, el estreno en el torneo y la campaña impensada de Chile.
Habrá que decir que, además, es una obra bien escrita, algo que se echa de menos en otros aportes que no alcanzan a trascender el entusiasmo. Está muy bien escrita y bien desarrollada, de modo que no pierde el interés. Recomiendo a los lectores que primero vean las fotos, pues si las dejan para acompañar la lectura... no van a terminar nunca, porque se quedarán pegados en las imágenes.
Un gran aporte que merece una lectura masiva. El Mundial de 1930 es bueno recordarlo ahora, cuando estamos entre los favoritos para ganar la Copa América. ¡Quién lo iba a decir!